Novelas amorosas y ejemplares by María de Zayas y Sotomayor

Novelas amorosas y ejemplares by María de Zayas y Sotomayor

autor:María de Zayas y Sotomayor [Zayas y Sotomayor, María de]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Erótico, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 1637-01-01T00:00:00+00:00


NOVELA QUINTA.

La Fuerza del Amor.

EN Nápoles, insigne y famosa ciudad de Italia por su riqueza, hermosura y agradable sitio, nobles ciudadanos y gallardos edificios, coronados de jardines y adornados de cristalinas fuentes, hermosas damas y gallardos caballeros, nació Laura, peregrino y nuevo milagro de naturaleza, tanto que entre las más gallardas y hermosas fue tenida por celestial estremo, pues habiendo escogido los curiosos ojos de la ciudad entre todas ellas once, y de estas once tres, fue Laura de las once una, y de las tres una. Fue tercera en el nacer, pues gozó del mundo después de haber nacido en él dos hermanos, tan nobles y virtuosos como ella hermosa. Murió su madre del parto de Laura, quedando su padre por gobierno y amparo de los tres gallardos hijos, que, si bien sin madre, la discreción de el padre suplió medianamente esta falta.

Era don Antonio (que este es el nombre de su padre) del linaje y apellido de Garrafa, deudo de los duques de Nochera y señor de Piedra Blanca. Criáronse don Alejandro, don Carlos y Laura con la grandeza y cuidado que su estado pedía, poniendo su noble padre en esto el cuidado que requerían su estado y riqueza, enseñando los hijos en las buenas costumbres y ejercicios que dos caballeros y una tan hermosa dama merecían, viviendo la bella Laura con el recato y honestidad que a mujer tan rica y principal era justo, siendo los ojos de su padre y hermanos y la alabanza de la ciudad.

Quien más se señalaba en querer a Laura era don Carlos, el menor de los dos hermanos, que la amaba tan tierno que se olvidaba de sí por quererla; y no era mucho, que las gracias de Laura obligaban, no sólo a los que tan cercano deudo tenían con ella, mas a los que más apartados estaban de su vista. No hacía falta su madre en su recogimiento, demás de ser padre y hermanos vigilantes guardas de su hermosura; y quien más cuidadosamente velaba esta señora eran sus honestos pensamientos: si bien cuando llegó a la edad de discreción no pudo negar su compañía a las principales señoras sus deudas, para que Laura pagase a la desdicha la que le debe la hermosura.

Es uso y costumbre en Nápoles ir las doncellas a los saraos y festines que en los palacios de el Virrey y casas particulares de caballeros se hacen, aunque en algunas tierras de Italia no lo aprueban por acertado, pues en las más dellas se les niega hasta el ir a misa, sin que basten a derogar esta ley que ha puesto en ellas la costumbre las penas que los ministros eclesiásticos y seglares les ponen. Salió, en fin, Laura a ver y ser vista, tan acompañada de hermosura como de honestidad, aunque a acordarse de Dina no se fiara de su recato. Fueron sus bellos ojos basiliscos de las almas; su gallardía, monstro de las vidas, y su riqueza y nobles partes cebo de los deseos de



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