No entrar con llamas by Lidia Caro Leal

No entrar con llamas by Lidia Caro Leal

autor:Lidia Caro Leal [Caro Leal, Lidia]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2023-09-01T00:00:00+00:00


Prohibido arrojar colillas

Es bueno el fuego.

SARA GALLARDO,

Eisejuaz

Un gapo que se desliza por la rampa que salva las vías del tren. Es tan denso y abundante que no tiene pinta de proceder de un ser humano. Parece que un rebaño de llamas hubiera escupido al alimón. Lo ha pisado alguien con el pie muy pequeño.

Un erizo atropellado. Hay sangre, ya reseca, y púas esparcidas por el arcén. Me preocupa que se me claven en las cubiertas. Hay un órgano que es un hilillo retorcido y rosa que se mantiene intacto. Son los intestinos desenrollados como un chicle Boomer.

Una botella rota, de J&B. El riesgo de pinchar es mayor. Cerca hay más cristales rotos y tres chicas de la edad que mi hija cumplirá el año que viene. Parecen un poco quebradas, salen de una discoteca. Toda la noche que tienen encima las hace aún más atractivas.

Esta noche he quedado con una de veintidós, la edad a la que parí a mi única hija. Se llaman igual: Mar. Esta Mar tiene el atractivo que tienen todas a esa edad, más una macedonia de rasgos: ojos rasgados, pómulos salientes, labios con arco —defensor—, un poco humedecidos y a la vez cuarteados, y varios tonos que se alejan de mi palidez. ¿Es guapa? A mí me lo parece. No sé si porque siento que cuando le ponga la mano en el muslo, y presione los dedos contra su piel, las marcas primero blancas y luego rojas que le deje serán zorros divertidos que me recuerden que aún tengo edad para jugar.

Mar es hija de un hombre y una mujer adoptados. De sus abuelos biológicos solo sabe que vivieron en antiguas colonias españolas: Filipinas, Puerto Rico y la isla de Guam. Además de las facciones inusuales, sabe lo que quiere en el futuro, con solo veintidós años y un culo de correr la Spartan Race, aunque no haya hecho una carrera de obstáculos en su vida.

Un gato atropellado. Lo que más veo en esta carretera comarcal son gatos aplastados, latas aplastadas, colillas aplastadas. Por muy chafados que estén los gatos, se les reconoce el pelaje y si eran o no cariñosos.

La vegetación que se come el arcén por donde circulo oculta una señal antigua y oxidada de peligro de incendio, prohibido arrojar colillas.

A esta hora, la luz está descompuesta y fraccionada. Ha rebotado en la boina de polución y cruzado gases de distintas densidades. Parece que haya llamas en el cielo, pero es la dispersión de Rayleigh.

Conocí a Mar el curso pasado. Suspendió el examen en el que les pregunté por la dispersión de Rayleigh. El semestre en el que le di clases hacíamos por coincidir en el rincón de fumar de la facultad, situado en un ángulo muerto desde la puerta de entrada donde Fran y Francisco, los de seguridad, chusmeaban sobre alumnos y profesores. Ella me daba cigarrillos de liar, baratos. Yo le daba Marlboros. Un día, sin querer, le quemé las medias.

Un capullo me adelanta sin apenas desplazarse al carril contrario. Incluso me parece que me insulta.



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