NEFANDO by Mónica Ojeda

NEFANDO by Mónica Ojeda

autor:Mónica Ojeda
La lengua: spa
Format: epub
editor: EDITORIAL CANDAYA
publicado: 2017-02-13T00:00:00+00:00


Entrevistado: Iván Herrera

Lugar: Starbucks, Col. Hipódromo Condesa, 06100, Cuidad de México.

–... porque nunca lo supe, neta. No se lo pregunté y no me arrepiento. Los dos nos prestamos a probarlo, pero jamás hablamos entre nosotros sobre la experiencia, sólo con los Terán. A ellos no hubo forma de evadirlos. Querían saber lo que pensábamos y cuáles habían sido nuestras reacciones mientras lo jugábamos. Por eso nos metieron en el asunto, si tanto te interesa saber.

–¿Y qué te pareció a ti?

–Una culerada.

–¿Podrías ser más descriptivo?

–Pos, es que era un juego en el que no jugabas.

–No te entiendo.

–Es que explicarlo bien está de la chingada. Ni siquiera estoy seguro de que se le pueda llamar juego a algo que no entretiene. Nefando atrapaba a sus jugadores pero no porque los divirtiera, sino porque tenía el poder de despertar una curiosidad... ¿cómo te diría?, morbosa, que se iba agigantando adentro de uno, ¿sabes?, como una mancha latiéndote encima del ombligo. Al rato terminabas hecho una cebra, pero con las rayas negras mucho más anchas de lo normal, cubriéndote el alma blanca de borrego. Era parecido a tener la piel llena de guadañas: cuando te dabas cuenta ya estabas cortado y ennegrecido. Después de eso no había nada que hacer, sólo continuar. Pero bueno, dejando a un lado esas mamadas, lo que te puedo decir es que no había reglas, ni obstáculos a superar, ni niveles... Todo lo que hacías en Nefando era mirar y esperar sin saber muy bien a qué. Podría decirse que era un juego para voyeuristas porque ibas checando y dándole clic a cosas y a través de eso te enterabas, a veces sí, a veces no, de lo que pasaba, que al final era siempre nada, o al menos así fue al principio. La nada ocurría todo el tiempo, repetida en loop, porque Nefando no estaba hecho para complacer a nadie a excepción de sus creadores. Por eso digo que no era un juego, aunque simulara serlo: porque trascendía todos los géneros conocidos y se situaba en una especie de limbo de la impostura. Además, como ya te dije, Nefando iba contra la ley no escrita que dice que los juegos deben ser recreativos. Eso no se jugaba: se leía, se escarbaba, se espiaba, se temía. Varias veces pensé: si desaparezco esto seguirá sin mí. Me sentía prescindible en el juego. Tenía una sensación de vela apagada, de inutilidad total. No vayas a creer que estoy loco, pero era como si el juego te jugara y no al revés. Dame tiempo de elaborarlo, a ver si me quito la tierra que me acabo de echar encima: nunca había jugado un videojuego en el que pasaran más de tres horas sin que nada ocurriera, pero que, a pesar de eso, me tuviera esculpido en la silla viendo esa nada densa e inhóspita que se parecía a la mía propia. Quizás los que jugaban, igual que yo, igual que Kiki, lo hacían porque descubrían la



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