Nahum (Caballo de Troya 7) by J.J. Benítez

Nahum (Caballo de Troya 7) by J.J. Benítez

autor:J.J. Benítez
La lengua: es
Format: mobi, epub
Tags: Aventuras, Histórico, Ciencia Ficción
editor: eBook's Xibalba
publicado: 2013-08-14T07:00:00+00:00


DEL 11 AL 17 DE OCTUBRE

¿El Maestro?

Ni siquiera sabíamos dónde estaba. ¿Había regresado a Nahum? ¿Seguía en aquel misterioso viaje a Jerusalén?

Lo cierto es que hacía veintitrés días que no lo veíamos…

Lo echábamos de menos.

El alquiler del carro y del sais, el conductor, fue un acierto. Eliseo viajó descansado y, francamente, nos ahorramos posibles inconvenientes.

Hicimos noche en la conocida posada de Yardena y al día siguiente, viernes, a media mañana, alcanzamos Migdal. Despedimos el carro y despacio, sin prisas, ascendimos al «portaaviones».

Todo transcurrió en orden, «de primera clase». No se registró un solo susto. Hicimos acopio de provisiones en la vecina plantación en la que residía Camar, el viejo beduino, e ingresamos en la nave.

Santa Claus mantenía los sistemas de forma impecable. El trabajo de inspección fue mínimo y rutinario. Y durante las siguientes jornadas me ocupé de Eliseo y de la preparación de las inmediatas e hipotéticas etapas. Hipotéticas porque, a decir verdad, nos hallábamos en blanco. No sabíamos nada. Desconocíamos los planes de Jesús. El Destino era imprevisible. Mejor así…

Ahora, al poner en orden estas memorias, me sorprendo una y otra vez. Nosotros, científicos, terminamos confiando en el Destino. Pocos lo creerán. ¿Qué importa? Yo sé que fue cierto. Con eso basta. Aprendí tarde, pero aprendí: en la vida conviene escuchar los susurros de la intuición. La lógica y la razón son mensajeros. Sólo eso…

Como me temía, la analítica practicada a mi hermano dio positivo. Eliseo fue víctima de una salmonella typhimurium, una variante de salmonelosis, muy común en hombres y animales. El recuento leucocitario se hallaba prácticamente normalizado, aunque la eosinofilia (formación y acumulación de un número extraordinario de células eosinófilas en la sangre) recordaba la grave infección parasitaria. Los cultivos de orina y heces lo confirmaron.

Por fortuna, el ingeniero se recuperó. Aquellos angustiosos días en el «vado de las Columnas» sólo fueron un mal recuerdo. Y me prometí a mí mismo algo muy difícil de cumplir: seríamos más estrictos en el consumo de líquidos y alimentos. La agitada dinámica del día a día nos obligaría a desistir…

No sabíamos nada, como digo, sobre el inmediato futuro. Sin embargo, terco como una mula, me empeñé en diseñar (?) los siguientes pasos. Eliseo se burló, con razón.

Lo primero sería el alojamiento. Buscaríamos un refugio en Nahum. A ser posible, en las cercanías de la «casa de las flores». Lo más probable es que el Galileo hubiera vuelto de la Ciudad Santa. Teníamos que permanecer cerca de Él y no volver a perderlo.

—¿Y si no ha regresado? ¿Qué haremos, mayor, si tu amigo no se encuentra en Nahum?

Preferí ignorar las sensatas dudas de Eliseo. Esta vez, se equivocaba. Estaba seguro…

¿O eran mis deseos de reencontrarme con el Maestro?

Una vez instalados en Nahum, decidiríamos.

Y «ella» regresó a mi mente. ¿Formaba parte de los planes? Naturalmente que no. Ese sentimiento no era viable. Estaba prohibido. Tenía que anularlo…

Y me concentré en el siguiente y no menos supuesto objetivo: Yehohanan.

Estudié y me documenté cuanto pude, confirmando algunas de las sospechas. Otras siguieron en el aire, pendientes de una información más exhaustiva.



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