Nadie duerme by Barbijaputa

Nadie duerme by Barbijaputa

autor:Barbijaputa [Barbijaputa]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Distopía
editor: ePubLibre
publicado: 2019-10-31T00:00:00+00:00


CAPÍTULO 20

La directiva del FFR, ya con Quetzal de nuevo en las comunicaciones, pero no reincorporada en sus funciones todavía, se negó a posponer la operación para eliminar al blanco número 12.

A las otras dos compañeras del piso les dije lo que me habían ordenado: que se había reubicado a Ánade a otra zona porque creíamos que había otra compañera que desempeñaría mejor las tareas de nuestro comando. Se reincorporaría después de que elimináramos al siguiente tipo. Ambas compartieron sus impresiones al respecto sobre aquella decisión, y no se mostraron muy apenadas.

Me sentí ruin al ver a aquellas chicas hablar sobre una compañera sin saber que estaba muerta. Me decía a mí misma que yo solo cumplía órdenes, aunque no me gustaran. Pero como siempre, no había puesto ni una pega a esas órdenes. Tampoco había puesto ninguna objeción a cargar el cuerpo de Ánade en el maletero. Ni siquiera le pregunté a Cuervo qué haría con él después de dejarme en el portal. Me limité a seguir sus instrucciones como una autómata, una vez más.

Mi primera y última operación en el norte antes de volver a Nido sería el objetivo número 12, y a pesar de que era una operación sencilla, me sentía bloqueada. Los días siguientes al asesinato de Ánade creo que lo que se esperaba de mí es que siguiera funcionando como el primer día, como si nada hubiera pasado.

Ahora, tiempo después, sé que debí plantarme, pedir unos días y decir que no estaba preparada. Hablar con la dirección sobre Ánade para discutir la decisión del FFR de matarla. Pero no supe hacerlo. Mi única obsesión era que la organización diera un paso más, darle un nuevo golpe al Gobierno en un momento que no podíamos dejar escapar…, pero sobre todo quería estar a la altura, no ser un estorbo. E intenté enterrar a Ánade en mi memoria. Sin éxito.

Me volqué en la planificación del blanco 12. Lo seguí varias veces para confirmar lo que otras compañeras ya habían investigado. Sería una operación sencilla, objetivamente era pan comido. Se trataba de un hombre que había asesinado a sus dos hijas para matar en vida a su exmujer. Había pasado doce años en la cárcel, ocho menos de lo que la condena decía, gracias a su buen comportamiento, y ya llevaba un año en la calle. Nunca dejaba de sorprenderme que el sistema creyera que un feminicida iba a comportarse mal en un sitio lleno de hombres como era la cárcel. Sin duda no les había quedado claro aún que el asesino machista, por regla general, no tenía ningún problema de comportamiento con otros hombres ni antecedentes de delincuencia o desorden público. Sobre él recaía además una orden de alejamiento de veinte años. No podía acercarse a su expareja, y aun así cuando salió de la cárcel, la escoltada, la vigilada y la que tenía que informar de dónde estaba era ella. Como siempre, cuando ellos quedaban libres, eran ellas quienes se encontraban encerradas en una prisión.

Puse todas mis energías en aquella operación.



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