Mundodisco 20 - Papa Puerco by Terry Pratchett

Mundodisco 20 - Papa Puerco by Terry Pratchett

autor:Terry Pratchett
La lengua: spa
Format: mobi
Tags: Humor
editor: Plaza & Janés
publicado: 2010-11-01T19:06:39+00:00


*****

Se estaba celebrando una fiesta. Y parecía ocupar el edificio entero.

—Está claro que son unos jóvenes llenos de energía —dijo el oh dios con cautela, evitando una toalla mojada del suelo—. ¿Aquí se permite la entrada de mujeres?

—No —dijo Susan. Atravesó una pared que daba al despacho del encargado de mantenimiento del edificio.

Un grupo de jóvenes pasó a su lado, moviendo a pulso un barril de cerveza.

—Por la mañana os arrepentiréis —dijo Bilioso—. El alcohol fuerte engaña al beberlo, ¿sabéis?

Ellos lo colocaron sobre una mesa y quitaron el tapón a golpes.

—Alguien se va a encontrar mal después de todo eso —dijo, levantando la voz por encima del bullicio—. Espero que os deis cuenta. ¿Os parece inteligente eso de rebajaros al nivel de las bestias del campo...? Ejem... o al nivel al que descenderían si bebieran, quiero decir.

Ellos se alejaron, dejando una jarra de cerveza junto al barril.

El oh dios le echó un vistazo, la recogió y la olió.

—Ujj.

Susan salió de la pared.

—No ha estado aquí desde hace... ¿qué estás haciendo?

—Pensé ver qué sabor tenía la cerveza —dijo el oh dios en tono culpable.

—¿Precisamente tú no sabes a qué sabe la cerveza?

—No cuando baja, no. Ya es... bastante distinta cuando me llega a mí —dijo en tono amargo. Dio otro sorbo y luego otro más largo—. No entiendo por qué le gusta tanto a la gente —añadió.

Inclinó la jarra vacía.

—Supongo que sale de este grifo de aquí —dijo—. ¿Sabes? Por una vez en mi existencia me gustaría emborracharme.

—¿No lo haces siempre? —preguntó Susan, que en realidad no estaba prestando atención.

—No. Lo que me pasa siempre es que ya he estado borracho. Estoy seguro de haberlo explicado.

—No ha pasado por aquí desde hace dos días —dijo Susan—. Es raro. Y no ha dicho adonde se iba. La última noche que estuvo aquí fue la noche que figura en la lista de Violeta. Pero pagó su cuarto para la semana entera, y tengo el número de su habitación.

—¿Y la llave? —preguntó el oh dios.

—Qué idea tan extraña.

El cuarto del señor Lilywhite era pequeño. Aquello no era sorprendente. Lo sorprendente era lo limpio que estaba, el cuidado que habían puesto en hacer la camita, lo bien barrido que estaba el suelo. Costaba imaginar que allí viviera alguien, pero había unas cuantas señales. En la sencilla mesa de al lado de la cama había un retrato pequeño y más bien tosco de un bulldog con peluca, aunque mirado más de cerca era posible que fuera una mujer. Aquella hipótesis provisional derivaba de la inscripción «A un Buen Chico, de parte de su Madre», que el retrato tenía en el dorso.

Al lado del mismo había un libro. Susan se preguntó qué clase de libros compraría alguien con el historial de Banjo.

Resultó ser un libro de seis páginas, uno de esos que se supone que deben cautivar a los niños con la magia de la palabra impresa señalando cosas del tipo: Mira cómo corre Toby.

Había menos de diez palabras por página y sin embargo, cuidadosamente colocado entre las páginas cuatro y cinco, tenía un punto de lectura.



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