Muerto para siempre by Charlaine Harris

Muerto para siempre by Charlaine Harris

autor:Charlaine Harris [Harris, Charlaine]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2013-05-03T04:00:00+00:00


Capítulo 11

Cuando me levanté a la mañana siguiente, estaba diluviando otra vez. ¡Bien! ¡No tendría que regar! Aún estaba cansada. Descubrí que no sabía qué turnos había decidido trabajar, que no tenía ningún uniforme limpio y que casi no quedaba café. Además, me golpeé el dedo del pie con la mesa de la cocina. Indudablemente, todo resultaba molesto, pero era mejor que ser arrestada por asesinato o despertar en un calabozo.

Decidí depilarme las cejas mientras los uniformes se secaban en la secadora. Uno de los pelos era sospechosamente claro. Tiré de él y lo examiné. ¿Era gris?

Me puse maquillaje extra y, cuando pensé que sería capaz de parecer tranquila, llamé a mi socio.

—Sam —le dije, cuando contestó el teléfono—, no consigo recordar cuándo tengo que ir a trabajar.

—Sookie —contestó. Sonaba raro—, escucha, quédate en casa hoy. Te portaste como una campeona ayer, pero tómate un respiro.

—Pero quiero trabajar —protesté, hablando muy despacio, mientras intentaba averiguar qué le pasaba a mi amigo.

—Sook…, hoy, no. No vengas. —Y colgó.

¿Se había vuelto todo el mundo loco?, ¿o era solo yo? Mientras me quedaba allí sosteniendo el teléfono, sin duda con pinta de imbécil (lo que no importaba, ya que nadie podía verme), el aparato me vibró en la mano. Chillé y estuve a punto de lanzarlo al otro lado de la habitación, pero me recompuse y lo acerqué a mi oreja.

—Sookie —dijo Amelia Broadway—, llegaremos todos en poco más de una hora. El señor Cataliades me dijo que te llamara. No te preocupes por el desayuno, ya hemos tomado algo.

Una manifestación de lo ocupada que estaba mi cabeza era que había olvidado por completo la visita de Nueva Orleans que llegaba esa mañana.

—¿Quiénes son todos?

—Yo, Bob, Diantha, el señor Cataliades y un viejo amigo suyo. ¡Verás qué sorpresa! —Y Amelia colgó.

Odio las sorpresas. Pero al menos tenía algo que hacer. La cama de arriba, en la antigua habitación de Claude, ya tenía sábanas limpias. Cogí el colchón inflable que había conseguido para la antigua buhardilla de Dermot. Ahora era un cuarto vacío grande con un armario enorme. La cama plegable que Dermot había utilizado antes de tener el colchón inflable era fácil de instalar en la sala de estar del segundo piso. Una vez que todo lo de arriba estuvo preparado, me aseguré de que el baño de abajo todavía estuviera limpio; la habitación frente a la mía, lista y la cocina, ordenada. Dado que no iría a trabajar, me puse unos shorts negros con lunares blancos y una camisa blanca.

¡Ah, la comida! Pensé en un menú, pero no sabía cuánto tiempo se quedarían. El señor Cataliades era de buen comer.

Para cuando escuché un coche subiendo por el camino de grava, yo estaba más o menos lista para tener compañía, aunque tengo que admitir que la idea de recibir visitas no me emocionaba demasiado. Amelia y yo no nos separamos en buenos términos tras nuestra última conversación cara a cara, aunque nos habíamos acercado un poco por Internet. El señor Cataliades siempre tenía algo interesante que decir, pero rara vez eran noticias que yo quisiera saber.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.