Muerte improvisada by Edgar Box

Muerte improvisada by Edgar Box

autor:Edgar Box [Box, Edgar]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 1953-12-31T16:00:00+00:00


V

1

En aquella casa no hubo reposo hasta el amanecer.

Llegó Greaves. Nos encontramos a la luz de las velas en el salón. Al parecer, poco después de medianoche se había ido la luz, lo que explica que no hubiera ninguna encendida cuando llegamos Randan y yo. Uno de los policías había estado probando la caja de fusibles de la cocina durante más de una hora, sin éxito.

Todo el mundo estaba presente, excepto Allie Claypoole, que había tenido un ataque de histeria. Habían llamado a una enfermera, que la dejó inconsciente con una hipodérmica, lo que constituyó un alivio para todos los demás, pues los alaridos que dio cuando se enteró de la noticia crispaban nuestros ya castigados nervios.

Nadie tenía nada que decir. Sentados en el salón esperando ser llamados al gabinete por el detective Greaves, nadie pronunciaba palabra. Randan y yo éramos los únicos que íbamos vestidos; los demás llevaban ropa de dormir. Brexton llevaba un batín descolorido y se tapaba la cara con una mano. Mary Western Lung, con expresión auténticamente asustada, estaba acurrucada, pálida y desproporcionada en su recargada bata rosa. La señora Veering sorbía ruidosamente un coñac con la obstinación del que intenta emborracharse por la vía más rápida. Randan y yo éramos los espectadores y ambos estudiábamos a los otros y a nosotros mismos, pues yo tenía curiosidad por ver cómo se tomaría la muerte de su tío favorito y tutor; era el más frío de todos. Después de la primera impresión, cuando yo pensaba que se iba a desmayar, se volvió pragmático de repente: fue él quien tuvo la presencia de ánimo suficiente para no tocar el cuerpo, ni el largo y afilado cuchillo que se hallaba a su lado, brillando a la luz de la luna. Había llamado a la policía mientras yo me limitaba a ir de un lado a otro presa de agitación durante unos minutos, acostumbrándome a la visión de Fletcher Claypoole con la cabeza medio cortada.

Primero llamaron a las mujeres; luego a Randan; luego a mí; Brexton iba a ser el último, observé. Por primera vez empecé a pensar que podría ser el asesino.

Amanecía cuando entré en el gabinete donde estaba Greaves. Los demás se habían ido a la cama. En el salón, sólo quedaba Brexton. Ahora las luces estaban encendidas. Greaves tenía un aspecto tan cansado y lúgubre como me sentía yo.

Le relaté todo lo que había sucedido. Cómo Randan y yo habíamos estado hablando unos veinte minutos antes de descubrir el cuerpo debajo del balancín.

—¿A qué hora llegó usted a casa de —consultó sus notas sombríamente— Evan Evan?

—Minutos antes de las doce.

—Naturalmente, tendrá testigos.

—Desde luego.

—¿A qué hora llegó el señor Randan a aquella casa?

—Diría que como a la una y cuarto. No lo sé. Es difícil hacerse la idea de la hora que es en una fiesta. Pero nos marchamos a la una y media. Recuerdo que miré el reloj. —Estaba seguro de que me iba a preguntar por qué había mirado el reloj, pero no lo hizo, demostrándome que se daba cuenta de que estas cosas podían suceder y no tener ninguna importancia.



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