Mi querida bicicleta by AA. VV

Mi querida bicicleta by AA. VV

autor:AA. VV. [AA. VV.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2009-05-31T16:00:00+00:00


Lluvia en mis ojos

Thijs Zonneveld

Thijs Zonneveld (1980). Escritor, periodista, ex corredor. Zonneveld puso punto final a su carrera ciclista en 2007. En la última temporada formó parte de un equipo profesional chino. Zonneveld es licenciado en Derecho. En 2007 debutó como escritor en De Muur. En esa misma revista apareció en marzo de 2008 la versión original del relato Lluvia en mis ojos. En junio de 2009 publicó su primera novela, De ereronde van de eland (La vuelta de honor del alce).

Hago cola en el aeropuerto de Schiphol. No paro de bostezar. Ayer me acosté tarde.

Nochevieja. Demasiados buñuelos, demasiado champán. Me duele la cabeza. Es como si con cada movimiento mi cerebro se golpeara contra mi cráneo. Reduzco mi actividad al mínimo. No resulta difícil en una fila interminable que avanza poco o nada.

Fuera está lloviendo. Las gruesas gotas forman círculos en los charcos. Los taxis van y vienen. Dejan a los viajeros que, con o sin paraguas, se dan prisa para alcanzar el área de salidas sin mojarse. Rodeo a mi novia con el brazo. Me besa en la mejilla y apoya la cabeza en mi hombro. Tengo el corazón dividido. El próximo año pasaré tanto tiempo lejos de casa que he metido en la maleta una fotografía suya para no olvidarme de cómo es. Sin embargo, cuando pienso en el calor del trópico, las competiciones y las aventuras que me esperan, el corazón me da un brinco de alegría. Jamás he estado en Asia. Eso cambiará pronto. Al final de esta temporada, que viene cargada de carreras en todos los rincones del mundo, habré visto tanto del continente asiático que podré recitar la topografía sin mirar antes el tablero del Risk, mi juego de mesa favorito.

Pero de momento no voy a ninguna parte. Juraría que la cola no hace más que crecer. El carrito de equipajes de la anciana que se encuentra detrás de mí choca de nuevo contra mis tendones de Aquiles. Ya van ocho colisiones. No tengo energía para enfadarme. Cuando la fila por fin se mueve, damos medio paso al frente. Me dirijo a cero coma un kilómetros por hora a Kuala Lumpur.

El empleado de aduanas me mira con recelo durante largo rato. Le dedico una sonrisa nerviosa mientras empiezo a dudar si tengo el visado en regla. Masculla algo ininteligible, sella unas cuantas hojas y me devuelve el pasaporte. Giro por última vez la cabeza y me despido con la mano de mi madre y de Li Zhu. Mi madre contesta con un gesto, Li frunce los labios y me envía un beso aéreo. Se seca una lágrima con uno de sus guantes. El empleado me insta a que circule. Obedezco y paso a la terminal, en busca de la puerta número 12.

La encuentro enseguida. No hay mucha gente. Un hombre de negocios lee el periódico, algunos estudiantes juegan una partida de mah-jong para matar el tiempo y una mujer canta en voz baja al niño que mece en sus brazos. Tomo asiento al lado de un hombre occidental.



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