Matavampiros by William King

Matavampiros by William King

autor:William King [King, William]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2001-01-01T05:00:00+00:00


SIETE

Estaba oscuro, y el carruaje se deslizaba silenciosa y velozmente a través de la noche. Detrás, los lobos que los seguían pisaban la nieve con la levedad de los fantasmas. Sus ojos ardían y su respiración se condensaba en pequeñas nubes. Parecían a un tiempo derrotados y feroces, y entonces, mientras avanzaban bajo el dominio del vampiro, había en ellos algo profundamente antinatural.

Ulrika sabía cómo se sentían. Estaba confundida; sus emociones eran un torbellino y, a veces, le parecía que la oscuridad de la noche le había invadido la mente y el alma. Odiaba a Krieger; lo abominaba. Era arrogante, altivo, seguro de sí mismo, dominante, y despectivo con quienes consideraba sus inferiores; es decir, con la mayor parte del mundo. Tenía la certeza de que sus planes eran malignos y, sin embargo, en ocasiones, deseaba formar parte de ellos.

Cuando se detenía a pensar sabía que debía alejarse, que tenía que encontrar el modo de escapar del carruaje y huir, o hallar la manera de matarlo.

Y sin embargo, le resultaba imposible. Él era demasiado fuerte, demasiado poderoso. A menudo había intentado herirlo con el cuchillo, y se lo había arrebatado como un adulto podría quitarle un juguete a un niño. En dos ocasiones, había intentado huir por la nieve hacia las profundidades de los bosques invernales; se había alejado a la carrera, sin importarle si moría de frío o inanición.

Una de las veces, él se había limitado a seguirle el rastro, darle alcance en la oscuridad y llevarla de vuelta al carruaje. La joven no podía impedir que la cogiera, al menos, no más de lo que un ratón puede resistirse a un gato. La segunda vez ella pensó que había logrado huir, pero el cortante frío había atravesado las finas prendas que llevaba puestas y había perdido el conocimiento sobre la nieve. Al despertar se encontraba de vuelta en el carruaje, calentada por algún medio antinatural. Desde entonces, tenía la seguridad de que él podía alcanzarla en cualquier momento, que estaba jugando con ella y que sólo le había permitido creer que había escapado para aplastar sus esperanzas aún más. Lo más asombroso de todo era que ninguno de los sirvientes del vampiro había intentado detenerla. Era como si les hubiesen ordenado no entrometerse.

Ulrika había mantenido los ojos muy abiertos por si llegaban a un poblado donde tuviera la posibilidad de huir y hallar refugio, pero nunca se detenían durante mucho tiempo en ninguno, y eran Roche o los otros quienes compraban todas las provisiones mientras a ella la mantenían inmóvil la hipnótica mirada ardiente y la presa antinaturalmente fuerte del señor. No podía siquiera comenzar a gritar o pedir ayuda, y también eso la asombraba.

Se daba cuenta de que en su cautiverio había un aspecto oscuro. En el ardiente abrazo del vampiro hallaba un éxtasis que no se parecía a nada que hubiese conocido antes, un placer más grande que cualquiera que hubiese sentido jamás. Había oído decir que algunos de los devotos de Slaanesh, el Señor Oscuro, se volvían adictos a determinadas drogas y acababan por ser completamente dependientes de ellas.



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