Más lecciones de cine by Laurent Tirard

Más lecciones de cine by Laurent Tirard

autor:Laurent Tirard [Tirard, Laurent]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Comunicación, Cine
editor: ePubLibre
publicado: 2005-12-31T16:00:00+00:00


Clase magistral con Claude Lelouch

Mi destino ha estado siempre ligado al cine. El día de mi nacimiento mi padre compró una pequeña cámara Kodak para filmar el acontecimiento, y por lo tanto es probable que lo primero que viera al venir al mundo fuera una cámara. Algunos años más tarde, durante la ocupación, mi madre me escondía en las salas de cine. Me confiaba a una acomodadora por la mañana y me recogía a la noche, con lo cual veía cinco o seis veces la misma película. No hace falta decir que pronto el cine se convirtió en algo muy familiar. Pero durante mucho tiempo no fue más que una distracción. Y más tarde, un día, me di cuenta de que no encontraba la película que me apetecía ver, y que la única manera de poder verla era haciéndola yo mismo. Así es como me convertí en cineasta. Sin embargo, al principio no tenía la ambición de contar historias, escribir diálogos o dirigir a los actores. Tan sólo quería coger una cámara y recorrer el mundo filmando lo que veía. Y más tarde el destino me hizo vivir dos experiencias decisivas. La primera fue que realicé un reportaje en los estudios de Moscú en el momento en que Kalamazov rodaba Cuando pasan las cigüeñas (Letiat Jouravly, 1957). Una vez en el plató del film comprendí que se podía utilizar la cámara para permitir que el espectador se convirtiera en actor y viviera la película al mismo tiempo que sus intérpretes. A partir de ese momento quise escribir con la cámara. Por eso la cámara es tan importante en mi trabajo, hasta el punto de irritar a algunos. La otra experiencia fundadora la viví cuando cumplí mi servicio militar en el cine del ejército. Un día me pidieron que rodara un film sobre el vuelo de helicópteros en una montaña por la noche, en la que el actor principal era un coronel del ejército del aire… ¡que actuaba increíblemente mal! Me di cuenta de la magnitud del desastre desde la primera toma. Lancé una mirada desesperada al resto del equipo, e inmediatamente comprendí que tenía que apañármelas solo. Yo era el director y se esperaba que dirigiera a aquel señor para que de pronto lo hiciera mejor. Ahora bien, nunca me había enfrentado a un actor, por malo que fuera, y como además era coronel y yo un soldado raso, era como si me dirigiera a Julia Roberts. Enseguida advertí que era mejor apartarlo del plató, que todo el folclore cinematográfico era un elemento negativo. Lo llevé fuera y descubrí que si le hacía ensayar su texto fuera del plató, lo hacía bien. Descubrí que la cámara le atemorizaba. Entonces volví con él al plató y fingí que continuábamos los ensayos, pero le pedí a mi cámara que rodara a escondidas. Y así es como lo hicimos. Todavía hoy le doy las gracias a aquel actor por ser tan malo. Si aquel día hubiera dispuesto de Gabin, no habría aprendido nada.



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