Al caer la noche by Mary Kubica

Al caer la noche by Mary Kubica

autor:Mary Kubica [Kubica, Mary]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2018-12-31T16:00:00+00:00


eden

28 de mayo de 1997

Egg Harbor

Cuando la primavera da paso al verano, llegan los turistas. El pueblo cobra vida con una energía que se echaba de menos en los días sombríos del invierno. Los árboles florecen y las flores estallan.

Miranda y sus tres hijos aparecen como por arte de magia en mi puerta cada día que no trabajo —y con frecuencia, me atrevería a decir que también lo hacen cuando sí trabajo— cargados con panes de arándanos y pasteles de manzana.

Mientras los niños juegan en el columpio del árbol (que se suponía que debía entretener a mi propio hijo, sentado en mi regazo, sonriente mientras nos columpiamos y despegamos del suelo), Miranda y yo bebemos limonada. Como siempre, subestima las alegrías del matrimonio y de la maternidad, mientras el pequeño Carter gatea a cuatro patas por el césped, comiendo porquería. Se queja de todo, desde lo imbécil que es su marido, Joe —que vuelve a casa tarde del trabajo, se pierde la cena y no ayuda a meter a los niños en la cama—, hasta la monotonía de sus días, sin olvidar la cantidad de comida que consumen tres niños pequeños. Me cuenta que nunca puede tener los armarios llenos porque, en cuanto compra algo, se lo comen todo, lo que le lleva a quejarse de lo difícil que es ir de compras con tres niños, y me lo describe: los empujones que se meten entre ellos, los insultos —atontado, imbécil, idiota—, las carreras por los pasillos del supermercado, chocándose con los desconocidos, cuando le ruegan que les compre cosas a las que Miranda ya ha dicho que no, cuando intentan meterlas en la cesta sin que se dé cuenta, los gritos e insultos que le lanzan cuando ella les quita el producto de sus manos sucias y lo devuelve a la estantería.

—Debe de ser muy difícil —le digo, tratando por todos los medios de sonar empática, pero cuando me responde con «No te haces idea, Eden. ¿Sabes lo afortunada que eres por poder ir de compras tú sola?», tengo que hacer un esfuerzo por no gritar.

Daría mi vida por poder ir a comprar con mi hijo.

Miranda no se molesta en preguntar cómo van los tratamientos de fertilidad, aunque anoche Aaron y yo tomamos la decisión de dar una oportunidad a la fecundación in vitro. O más bien debería decir que fui yo la que tomó la decisión de darle una oportunidad. El precio es desorbitado, miles de dólares por un solo ciclo, para que el doctor Landry me saque uno o dos óvulos de los ovarios y los combine con el esperma de Aaron para crear un embrión, un bebé, en un plato de cultivo. Como el que cultiva bacterias. Parece algo científico, sintético, y aun así daría cualquier cosa por tener un hijo.

Ahora lo sé.

Pero Aaron no está tan seguro. Anoche, mientras hablábamos en la cocina, ambos en tono cruel, calculó el dinero que habíamos gastado a lo largo del año, todas las ecografías y los análisis de semen, los ciclos de Clomid, la inseminación intrauterina.



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