Las fascinantes rubias de Alfred Hitchcock by Serge Koster

Las fascinantes rubias de Alfred Hitchcock by Serge Koster

autor:Serge Koster [Koster, Serge]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Comunicación
editor: ePubLibre
publicado: 2014-12-31T16:00:00+00:00


EVA MARIE SAINT

Divertimento

Los mejores expertos son los del mismo oficio. ¿Quién mejor que Proust podía analizar a Racine o a Baudelaire? ¿Qué mejor interlocutor que François Truffaut podía desear Hitchcock? El primero lo ha comprendido todo del segundo cuando declara considerarle «no solamente como un especialista del suspense, sino también como un especialista del amor físico en el cine». En el cine: no confundir con la reproducción de la realidad biográfica. No es extraño que sin tocarlas muestre a sus mujeres bajo una iluminación inédita. Lo comprobamos con la metamorfosis de Eva Marie Saint: silueta ingrata y anodina en La ley del silencio, esa película bastante sospechosa en la que Elia Kazan trata de la delación al final del maccarthismo. La vemos aquí, cinco años después, en 1959, integrada en la banda sublime de las rubias aduladas. Y si la biografía debe reaparecer, que sea en forma de inciso: entre la actriz y el cineasta, la disposición fue la misma, según Donald Spoto, que da fe de un afecto sin segundas intenciones de Hitchcock por su estrella; no cariño, sino arte, y sólo arte, para calcular la visión.

¿Puro divertimento? Sin duda, pero North by Northwest puede considerarse la cima del arte del divertimento: la película retoma, en la estela del héroe que se persigue a sí mismo en la vasta geografía norteamericana, los temas identitarios y eróticos, dos de las marcas del Maestro, en absoluto perjudicadas por el título español, Con la muerte en los talones, si se tienen en cuenta consideraciones publicitarias y juegos de palabras con connotaciones libertinas. ¿Cómo disimular en efecto que la mensajera de la muerte, Eva Marie Saint, está también «salida» y las consecuencias de este hecho? (dicho sin ningún machismo por un espectador al que no dejan indiferente la belleza, la maestría, la turbación, los mensajes sensibles que emite, toda la sobriedad y la sofisticación de una actriz que se mueve por la pantalla con una gracia maravillosa).

Por lo demás, si se quiere plantear una polémica sexual: ¿acaso a las damas, en las salas oscuras o ante el televisor, no les interesan, hablando con honesta lubricidad, los héroes hitchcockianos? ¿Su seducción no es más fuerte por los obstáculos con que tropiezan y que conmueven y estimulan a nuestras gentiles espectadoras? Después de la escayola y del corsé de James Stewart, ahora se presenta a Cary Grant con un traje y un estado civil prestados que le convierten en diana permanente, en macho que reclama protección. ¿De quién sino de las mujeres? «Iniciadoras» más que enfermeras, el artista inviste a nuestras rubias de sus secretos deseos, compartidos por más de un consumidor de imágenes: ser entre sus caritativas manos el sujeto indolente que accede sin pecar ni mostrar debilidad a las intimidades que oculta la ropa interior y el rubio de sus cabellos, en un momento revueltos y desordenados. Más que el enfrentamiento de las dos grandes potencias en la época de la Guerra fría, nos apasiona la guerra amorosa a la que se entregan



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