Mary Terror by Robert R. Mccammon

Mary Terror by Robert R. Mccammon

autor:Robert R. Mccammon
La lengua: es
Format: mobi
Tags: Terror
publicado: 2011-03-29T22:00:00+00:00


5

Razonable

Sábado por la noche, el diecisiete de febrero.

Mañana, la dama que lloraba. Y Lord Jack, aguardándola a ella y a Batero.

El bebé estaba dormido, envuelto en su manta sobre la otra cama. El motel estaba en Secaucus, Nueva Jersey, y se llamaba el Carneo Motor. Tenía una cocina diminuta con vistas a la carretera; el techo estaba rajado por las vibraciones de los camiones de carga. En algún momento antes de las once, Mary Terror lamió una «Carita sonriente» de su papel encerado, y después de besar a Batero en la mejilla se sentó frente al televisor.

Estaban pasando una película de monstruos. Algo sobre los muertos que abandonaban sus tumbas para andar entre los vivos. Salían con el rostro sucio y sonriente, la boca llena de dientes y gusanos. Mary Terror los comprendía: ella conocía el horrendo silencio de los sepulcros y el olor a podrido. Se miró la palma de las manos. Estaban húmedas.

«Estoy asustada —pensó—. Estoy asustada por lo de mañana. He cambiado. He envejecido y engordado. ¿Y si ahora no le gusto? ¿Y si piensa que sigo siendo rubia y delgada y puedo verlo en su rostro...? Oh, veré que no me quiere y entonces moriré. No, no, le estoy llevando a su hijo. A nuestro hijo. Le estoy llevando luz en la oscuridad, y él dirá: “Mary, te amo; siempre te he amado y te he esperado tanto, tanto tiempo”.»

Todo saldría bien. Mañana era el día. A las dos de la tarde. Faltaban catorce horas. Alzó las manos y se las miró. Temblaban un poco.

«Estoy volando —pensó. Vio que la humedad de sus palmas comenzaba a tornarse roja, como sangre que salía por sus poros. Sudaba sangre—. No, no, es el ácido. Debes superarlo...»

Alguien gritó. El ruido sobresaltó a Mary. Vio a una mujer que corría en el televisor, tratando de alejarse de un cadáver descompuesto que la seguía arrastrando los pies. Sin dejar de gritar, la mujer tropezó y se cayó al suelo, y entonces el monstruo se abalanzó hacia la pantalla.

El vidrio estalló como si hubiese recibido un disparo, y la cabeza del cadáver viviente salió del televisor. En un trance de horror y fascinación, Mary observó cómo esa cosa podrida se escurría fuera del aparato. Sus hombros parecieron atascarse, pero su cuerpo no era más que fibras y huesos, por lo que en pocos segundos logró salir con un violento impulso.

El olor a tierra sepulcral y a moho invadió la habitación. El cadáver viviente se detuvo frente a Mary Terror. De su cabeza consumida pendían unos pocos mechones de cabellos largos y negros, y Mary vio unos ojos almendrados en un rostro arrugado como una manzana reseca. Su boca se abrió, y las palabras tomaron forma.

—Hola, Mary.

Ella supo de quién se trataba, quién había venido a visitarla de la muerte.

—Hola, CinCin.

Unos dedos fríos le tocaron el hombro. Mary miró hacia su izquierda y vio a otra criatura salida del sepulcro. Llevaba unos amuletos africanos sucios de tierra. Akitta Washington se había convertido en una figura enjuta, y su piel, que alguna vez fue como el ébano, tenía un color gris leproso.



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