Marca de nacimiento by Caragh O' Brien

Marca de nacimiento by Caragh O' Brien

autor:Caragh O' Brien
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ciencia ficción, infantil y juvenil
publicado: 2010-03-30T00:00:00+00:00


El código de los bebés

El sargento Bartlett escoltó a Gaia hasta una habitación pequeña y limpia con paredes amarillo pálido y una gran ventana, junto a una de las paredes había un escritorio de madera y, en la de enfrente, un catre con sábanas, manías y una almohada. Una puerta estrecha conducía a un baño sencillo, donde Gaia vio toallas blancas dobladas sobre un estante situado junto al lavado. En el suelo había un par de impolutos zapatos negros y, sobre estos, un vestido gris colgado de una percha. Gaia se acercó a la ventana, que también tenía vistas a la plaza, aunque desde mayor altura. La hoja, horizontal, estaba subida unos veinte centímetros y trabada, para que no pudiera abrirse más. Gaia vio los tejados blancos de la cárcel y de otros edificios; en un patio, un sitio tranquilo donde aún no daba el sol, una mujer vestida de rojo colgaba ropa en un tendedero. ¡Lo que hubiera dado por estar en su lugar!

Cuando el sargento se aclaró la garganta desde el umbral, Gaia se giró como una peonza. Ni siquiera se acordaba de que seguía allí.

—Te hemos dejado una muda de ropa para después de la ducha. ¿Necesitas algo más?

Gaia buscó sus ojos castaños, que por primera vez le parecieron más complacientes. Observó que el sargento también era joven, quizá algo mayor que Leon. Su boca era más llena, con más color, su cutis bronceado y sus rasgos regulares. Era más alto y más ancho de hombros que el capitán. Mientras que este era pálido, serio y circunspecto, el sargento Bartlett transmitía una despreocupación confiada, pese a la rigidez que exigía su trabajo.

—¿Sabe Leon que estoy aquí? —le preguntó Gaia.

El sargento parpadeó con cierta sorpresa y recobró al instante su expresión amable y neutra.

—Yo se lo diré.

—¿Podré tener agua y algo de comer?

—Por supuesto.

Gaia se dejó caer en una silla; al menos no iban a matada de hambre. En sus manos, aferraba los rollos de papel que le había dado el hermano Iris. Nunca había sido una gran lectora, entre otras cosas porque en el exterior había pocos libros, y la tarea de descifrar el código le parecía insalvable.

—Necesitaré algo para escribir —dijo—, y papel.

—Eso está en el cajón —contestó el sargento, señalando el escritorio. —Ah.

Gaia miró de nuevo al guardia; daba la impresión de estar entreteniéndose a propósito. Apretaba rítmicamente los dedos contra el costado de su pierna, arrugando la tela del pantalón. El gesto la sorprendió porque le resultó conocido, aunque no supo de qué.

—¿Pasa algo? —preguntó Gaia por fin. Tras pensando un poco, el joven entró en la habitación y cerró la puerta.

—¿Es verdad que los lunares significan que se ha nacido en el Sector Occidental Tres?

Gaia, sorprendida, intentó recordar si el sargento estaba presente cuando ella y el hermano Iris hablaron de eso. El sargento le había desatado las manos para que ella dibujase la marca.

—Sí.

Por cómo cerró brevemente los ojos, Gaia supo que no lo había preguntado por simple curiosidad.

—Si yo tuviera esos



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.