Maisie Dobbs, investigadora privada: El caso de los soldados sin nombre by Jacqueline Winspear

Maisie Dobbs, investigadora privada: El caso de los soldados sin nombre by Jacqueline Winspear

autor:Jacqueline Winspear [Winspear, Jacqueline]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2003-06-30T16:00:00+00:00


* * *

—¡Dios santo, Maisie Dobbs! ¿Adónde crees que vas con todos esos libros?

Priscilla Evernden, asomada a la ventana de la habitación de Maisie, se volvió para darle una calada al cigarrillo que fumaba resueltamente con una boquilla de marfil. Había terminado el segundo semestre, y Maisie estaba haciendo las maletas para volver a Chelstone a pasar la Pascua.

—Bueno, Pris, no quiero atrasarme con mi trabajo, así que he pensado que no me vendría mal…

—Dime una cosa, Maisie: ¿alguna vez te diviertes?

Maisie se ruborizó y comenzó a doblar una blusa de algodón. La tensión con que pasaba la mano por los pliegues y alisaba el cuello dejaba entrever su malestar.

—Me gusta leer, Priscilla. Me gusta estudiar aquí.

—Hmmm, probablemente lo pasarías mucho mejor si salieras un poco. Por Navidad sólo te fuiste unos días.

Maisie se afligió al recordar su deprimente regreso a casa a fines del primer semestre. La guerra no había terminado para Navidad, como muchos habían previsto, y, aunque nadie hizo comentarios, ella se percató de que los demás consideraban una frivolidad que ella estudiara en un momento en que tantas mujeres se ofrecían voluntarias para realizar las tareas que solían hacer los hombres que ahora estaban sirviendo a la patria.

Maisie tomó un chaleco por los hombros, lo plegó y lo colocó en la maleta que tenía frente a sí antes de mirar a Priscilla.

—La vida no es igual para todos, Priscilla. Yo no vuelvo a mis caballos, mis coches y mis fiestas, y tú lo sabes.

Priscilla se acercó al sillón y se sentó con las piernas flexionadas hacia uno de los lados. Seguía fumando su cigarrillo; se reclinó y exhaló anillos de humo que se elevaron hacia el techo. Después, apartando el pitillo a un lado, miró fijamente a Maisie.

—Soy una persona bastante sagaz, a pesar de mis extravagantes costumbres de chica de clase acomodada. A veces te tomas demasiado en serio tu papel de mártir. Ambas sabemos que te irá muy bien aquí. Académicamente hablando. Pero te diré una cosa, Maisie: cuando nos llega la hora nos damos cuenta de que ya hace tiempo que estamos muertos, ¿me entiendes? Sólo nos toca dar una vuelta en este tiovivo. —Dio otra calada a su cigarrillo y continuó—: Tengo tres hermanos en Francia en este momento. ¿Crees que me voy a quedar aquí sentada llorando por ellos? ¡Estás loca! Me voy a divertir por los cuatro. Me divertiré lo más que pueda mientras viva. Y el hecho de que te haya costado tanto trabajo llegar hasta aquí no significa que no puedas disfrutar la vida mientras sigues con tus… con tus estudios —dijo, señalando los libros.

Maisie levantó la mirada de su maleta.

—Tú no lo entiendes.

—Bueno, quizá no. Pero hay algo que sí sé. No es necesario que salgas corriendo hacia ese sitio, sea el que sea. Al menos no esta noche. ¿Por qué no esperas hasta mañana? Sal conmigo hoy. Tal vez no tengamos otra oportunidad.

—¿A qué te refieres?

—Mírame, Maisie. No estoy hecha para este tipo de cosas. Cuando volví aquella noche que había salido, recibí una severa reprimenda.



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