Lo que te diré cuando te vuelva a ver by Albert Espinosa

Lo que te diré cuando te vuelva a ver by Albert Espinosa

autor:Albert Espinosa
La lengua: spa
Format: epub, mobi
editor: 2017


Lo trasladaron a un hospital de Como, porque me dijeron que allí había un especialista del corazón. Las vistas desde la UVI eran inmejorables, su aspecto era terrible. Al final sí que había llegado hasta Como. La vida te da sorpresas.

A las pocas horas ya me dijeron que poco había por hacer. Me preguntaron sus últimas voluntades y volví a mentir, dije que él deseaba que lo mantuvieran con vida costase lo que costase.

Le miraba, él tenía los ojos cerrados, si se despertara y viera la de cables que tenía conectados a su cuerpo, me odiaría.

Pero ¿qué esperaba que hiciera? Acababa de confesarme que su propio hermano abusó de él de pequeño. Necesitaba más de él, era importante poder tener una conversación más. Matizar ese dolor, poder asumirlo.

Supongo que las promesas se las lleva el viento. Deberíamos evitar que sople.

Durante los días siguientes todo se resumió en verle consumirse.

No tuvimos visitas.

Pensé en llamar a mi chica especial de la sonrisa infinita, pero me contuve. Cuánta gente sólo busca a los que necesita en los malos momentos. Se olvida de ellos cuando todo va bien y cuando todo se desmorona llama como olvidando que los había abandonado.

A la semana yo ya era parte de aquel hospital, un mobiliario más, alguien ya reconocible por médicos, enfermeras y ATS. Me saludaban por los pasillos y me miraban con condescendencia.

Un día tuvimos la visita del hombre que transportaba sueños. Portaba la maleta de papá. Me alegró verle a él y también curiosamente a su equipaje.

Como él había predicho, yo recordaba la maleta más grande y pesada que cuando la volví a ver.

El hombre forzudo nos contó otra parte de su vida, a mí y a mi padre, porque él también estaba allí. Intentaba que formase parte de todo para que volviese pronto a la consciencia.

—Trabajé un tiempo de chófer —nos relató—. Fue bonito, tenía una familia, la de mi jefe. Sus hijos fueron casi mis hijos, los cuidaba, los vigilaba y los recogía del colegio. Los sentía más cercanos que a mis propios hijos. En aquel trabajo estaba casi dieciocho horas. Cuando llegaba a casa, los míos ya dormían, no me di cuenta de que los perdía hasta que ya fue tarde.

—Seguro que de mayores ellos entendieron lo que hizo —dije sabiendo que no lo debieron de comprender como yo no había entendido las ausencias de mi propio padre.

Él negó con la cabeza.

—Ahora no me hablan ni ellos ni los otros. Para los ajenos era tan sólo un empleado con el que podían contar. A veces me decían que fuera a una discoteca a esperarlos salir y allá estaba recogiendo y vigilando a tres o cuatro hijos de otros. Creo que me equivoqué, pero en aquel tiempo pensaba que el dinero era lo más importante, que todo aquello un día me lo agradecerían. —Hizo una pausa larga—. No sé si alguien se acostumbra alguna vez a estar solo...

Aquella habitación era un imán para las emociones ante la muerte próxima que simbolizaba mi padre. Noté que la gente se abría y me contaba sus secretos.



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