Las mejores historias de fantasmas by AA. VV

Las mejores historias de fantasmas by AA. VV

autor:AA. VV. [AA. VV.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Terror, Humor
editor: ePubLibre
publicado: 1972-12-31T16:00:00+00:00


EL DOCTOR SAUL ASCHER

HEINRICH HEINE

Heinrich Heine nació en Dusseldorf en 1797 y murió en París en 1856. Adquirió extraordinaria fama con su poema «Lorelei». A pesar de que escribió tanto en francés como en alemán, Heine es menos conocido como narrador, cuyos cuentos rebosan una gracia fascinante y, a menudo, melancólica.

En el relato que extractamos nos cuenta la extraordinaria historia de un fantasma muy erudito.

Durante aquella noche que pasé en Goslar, me sucedió una cosa realmente extraordinaria. Incluso en este momento no puedo pensar en ella sin sentir verdadero espanto.

¿Qué es el miedo? ¿Procede de la mente o del sentimiento?

A menudo discutía yo sobre este tema con el doctor Saúl Ascher cuando me encontraba con él en Berlín, en el Café Royal, donde acostumbraba ir a comer.

El doctor Ascher siempre sostenía que solo nos espantamos de una cosa cuando nuestra inteligencia ha decidido que es espantosa.

Solo la mente es una fuerza, no el sentimiento.

Mientras yo comía y bebía, el doctor Ascher se esforzaba incansablemente en demostrarme la primacía absoluta de la mente.

Cuando terminaba su disertación, tenía la costumbre de consultar su reloj y concluir con estas sempiternas palabras: «¡La mente es el principio más elevado!».

¡La mente! Cada vez que oigo ahora esa palabra me parece ver al doctor Saúl Ascher, con sus piernas abstractas, su trascendente levita gris, su rostro severo y frío como si hubiera sido arrancado de una obra pictórica de estilo geométrico.

Este hombre, un cincuentón rayando ya la sesentena, era la rectitud personificada.

En su lucha por las tendencias positivas, este pobre hombre había desterrado todo lo que había de bello y dulce en la vida; los rayos del sol, las creencias y las flores. No le quedaba otra cosa que la tumba fría y positiva.

Siempre hablaba con cierta malicia, muy característica en él, del Apolo de Belvedere y del cristianismo. En cuanto a este último, llegó incluso a escribir un librito para demostrar su inanidad y su ilogismo. Era autor de un buen número de obras, en las cuales había elogiado incesantemente la excelencia de la mente, y lo había hecho con tanta convicción que no se podía menos que alabar su meritoria labor.

Pero lo más divertido de su carácter era verle adoptar una expresión grave y cómica cuando se encontraba ante un problema que no comprendía.

Un día que fui a hacerle una visita, su criado me dijo:

—Caballero, el doctor acaba de morir.

A decir verdad, aquello no me produjo más efecto que si el criado me hubiese dicho:

—Caballero, el doctor ha ido a darse un paseo… Pero regresemos a Goslar.

«El principio más elevado es el espíritu», me dije una noche al meterme en la cama, con la intención de autoconvencerme y así poder dormir tranquilamente. Pero ello no me sirvió de nada.

Bueno, tengo que aclarar al lector que acababa de leer los Cuentos alemanes, de Varnhagen von Enses, libro que me había transportado a la ciudad de Klausthal. Se trataba de una historia espantosa, horrible, en la que un hijo, que proyectaba asesinar a su propio padre,



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