Las dos vidas de Mina Índigo by Alaitz Leceaga

Las dos vidas de Mina Índigo by Alaitz Leceaga

autor:Alaitz Leceaga
La lengua: spa
Format: epub
editor: Editorial Planeta
publicado: 2023-04-13T16:12:13+00:00


Había empezado a llover mientras aún estaban dentro del Eden Concert. Era ese tipo de lluvia oscura, sucia, que arrastra el hollín y la porquería que lleva días flotando en el aire; las gotas de agua dejan a su paso un reguero grasiento, igual que el residuo que sale de las chimeneas de las fábricas y curtidurías que hay cerca de la playa. Y, sin embargo, esa misma lluvia hace que las calles de la ciudad resplandezcan. La callejuela adonde da la puerta trasera del club huele a agua estancada, a orina, y a otro millón de olores que solo la lluvia consigue arrancar.

—No comprendo dónde está el problema, señorita Índigo. Ya tiene lo que hemos venido a buscar: un nombre.

—Si vamos con esta información al inspector Bocanegra, él lo filtrará a la prensa igual que ha estado haciendo todo este tiempo, y ese será el final del caso. A nadie le importará lo que le pasó a Camila Garza.

Nunca desde que regresó de Trinidad Mina había sentido esa lucha interna que ahora se libraba dentro de su pecho. Para ella, sobrevivir siempre había sido lo más importante: llegar con vida al día siguiente, no dejar nunca de huir de los fantasmas. A esa Mina no le hubiera importado irle con la información que acababan de obtener a Ramiro Bocanegra, sabiendo que él daría el caso por cerrado o que los periódicos se ocuparían durante meses de despedazar los restos del cadáver todavía humeante de Camila.

—Comprendo sus reservas, pero es nuestra obligación compartir con el inspector lo que hemos averiguado, él es quien lleva el caso.

—Cuando su madre vino a pedirme ayuda le prometí a Abril que haría todo lo posible para encontrar a Camila. Le fallé y no llegué a tiempo, pero si le contamos a Ramiro lo que acabamos de descubrir acerca de Camila, será como si volviéramos a matarla. —Mina hace una pausa, y después añade, más suave ahora—: Soy responsable de muchas malas decisiones, doctor, pero no pienso ser culpable de esta.

Camila Garza no es el primer —ni el único— fantasma sin rostro que atormenta a Mina, pero está decidida a que sea el último.

—¿Cree que el inspector Bocanegra dejará de buscar al asesino si le contamos que Camila Garza bailaba desnuda con abanicos en ese club? Eso no cambia lo que le sucedió.

Mina se ríe con amargura.

—Es evidente que usted y yo procedemos de mundos muy distintos, doctor. Por supuesto que sería un problema si se descubre cómo era Camila Garza en realidad o lo que hacía en el club; su vida y su muerte ya no importarán: solo importará que bailaba desnuda a cambio de dinero. Aunque no espero que usted lo entienda.

Ellis se acerca más a ella. La lluvia sucia los moja y ahora, desde tan cerca, se da cuenta de que el pelo claro de Ellis parece mucho más oscuro.

—Lo entiendo, ¿cree que yo nunca me he enfrentado a la hipocresía? ¿Ese es el concepto que tiene de mí, señorita Índigo? —le pregunta Ellis por encima del sonido de la lluvia—.



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