Las Dos Torres by J.R.R. Tolkien

Las Dos Torres by J.R.R. Tolkien

autor:J.R.R. Tolkien
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Aventuras, Fantástico
publicado: 1954-07-28T16:00:00+00:00


Un chillido estridente, bruscamente interrumpido, partió de una ventana abierta en lo más alto de la torre.

—Parece que Saruman piensa como yo —dijo Gandalf—. ¡Dejémoslos!

Volvieron a las ruinas de la puerta. Habían atravesado la arcada, cuando Bárbol y una docena de Ents salieron de entre las sombras de las pilas de piedras, donde se habían ocultado. Aragorn, Gimli y Legolas los miraban perplejos.

—He aquí a tres de mis compañeros, Bárbol —dijo Gandalf—. Te he hablado de ellos, pero aún no los habías conocido. —Los nombró a todos.

El Viejo Ent los escudriñó largamente, y los saludó, uno por uno. El último a quien habló fue a Legolas.

—¿Así que has venido desde el Bosque Negro, mi buen Elfo? ¡Era un gran bosque, tiempo atrás!

—Y todavía lo es —dijo Legolas—, pero nosotros, los que habitamos en él, nunca nos cansamos de ver árboles nuevos. Me sentiría más que feliz si pudiera visitar el Bosque de Fangorn. Apenas llegué a cruzar el linde, y desde entonces no sueño con otra cosa que regresar.

Los ojos de Bárbol brillaron de placer.

—Espero que tu deseo pueda realizarse antes que las colinas envejezcan —dijo.

—Vendré, si la suerte me acompaña —dijo Legolas—. He hecho un pacto con un amigo, que si todo marcha bien, un día visitaremos Fangorn juntos… con tu permiso.

—Todo Elfo que venga contigo será bienvenido —dijo Bárbol.

—El amigo de quien hablo no es un Elfo —dijo Legolas—; me refiero a Gimli hijo de Glóin, aquí presente. —Gimli hizo una profunda reverencia y el hacha se le resbaló del cinturón y chocó contra el suelo.

—¡Hum, hm! ¡Ajá! —dijo Bárbol, observando a Gimli con una mirada sombría—. ¡Un Enano, y con un hacha por añadidura! ¡Hum! Tengo buena voluntad con los Elfos; pero pides demasiado. ¡Extraña amistad la vuestra!

—Puede parecer extraña —dijo Legolas—; pero mientras Gimli viva no vendré solo a Fangorn. El hacha no está destinada a los árboles sino a las cabezas de los orcos. Oh Fangorn, Señor del Bosque de Fangorn. Cuarenta y dos decapitó en la batalla.

—¡Ouuu! ¡Vaya! —dijo Bárbol—. Esto suena mejor. Bueno, bueno, las cosas seguirán su curso natural; es inútil querer apresurarlas. Pero ahora hemos de separarnos por algún tiempo. El día llega a su fin, y Gandalf dice que partiréis antes de la caída de la noche, y que el Señor de la Marca quiere volver en seguida a casa.

—Sí, hemos de partir, y ya mismo —dijo Gandalf—. Tendré que dejarte sin tus porteros. Pero no los necesitarás.

—Tal vez —dijo Bárbol—. Pero los echaré de menos. Nos hicimos amigos en tan poco tiempo que quizá me estoy volviendo apresurado… como si retrocediera a la juventud, quizá. Pero lo cierto es que son las primeras cosas nuevas que he visto bajo el Sol o la Luna en muchos, muchísimos años. Y no los olvidaré. He puesto esos nombres en la Larga Lista. Los Ents los recordarán.

Ents viejos como montañas, nacidos de la tierra,

grandes caminadores y bebedores de agua;

y hambrientos como cazadores, los niños Hobbits,

el pueblo risueño, la Gente Pequeña.



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