Las colinas huecas by Mary Stewart

Las colinas huecas by Mary Stewart

autor:Mary Stewart [Stewart, Mary]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 1973-01-01T05:00:00+00:00


Capítulo VIII

Diciembre no es un buen mes para viajar, especialmente para aquellos cuyos asuntos no les permiten utilizar las carreteras. En invierno los bosques son claros, abiertos y sin maleza, pero en los valles remotos hay lugares por donde no se puede pasar con seguridad: las orillas de las corrientes, tortuosas y montaraces, con el suelo a punto de desmoronarse a causa de las mareas y el agua estancada. No tuve nieve, por suerte, pero al segundo día de mi partida de Bryn Myrddin el tiempo empeoró; un viento frío preñado de granizo, que llenaba de hielo todos los caminos.

La marcha era lenta. Al tercer día, hacia el anochecer, oí el aullido de los lobos en algún lugar cerca de la línea nevada de las cimas. Solía ir por los valles, atravesaba los profundos bosques quietos, pero de cuando en cuando el bosque se hacía más claro y me dejaba ver las cimas, blancas de nieve reciente. Aquella nieve significaba algo más que aire oloroso y suaves punzadas de frío en las mejillas: la nieve haría bajar a los lobos. De hecho, cuando la oscuridad se cerró y los árboles aumentaron su espesura, creí ver una sombra que se deslizaba entre los troncos y oír ruidos entre los arbustos que podían ser producidos por criaturas inofensivas como ciervos y zorros; pero me di cuenta de que la yegua estaba inquieta, sus orejas se aplastaban constantemente y la piel de sus patas se estremecía como si las moscas le picaran.

Cabalgaba atento, con la espada suelta en la vaina.

—Mevysen —le decía a mi yegua galesa en su propia lengua—, cuando encontremos la gran espada que Macsen Wledig guarda para mí, no dudes que tú y yo seremos invencibles. Y al parecer la encontraremos. Pero de momento estoy tan asustado como tú por esos lobos; por consiguiente, seguiremos adelante hasta encontrar un lugar fácilmente defendible con esta pobre arma mía y mi destreza aún más pobre, y pasaremos la noche juntos, tú y yo, e intentaremos descansar olvidándonos del miedo que tenemos.

El lugar defendible era el ruinoso caparazón de un edificio en el interior del bosque. Literalmente, era una concha todo lo que quedaba de una diminuta construcción en forma de horno o de colmena. La mitad se había derrumbado y la parte que continuaba en pie parecía un huevo roto por la punta, con la concavidad de media cúpula situada contra el viento, por lo que ofrecía cierta protección contra la intermitente aguanieve. La mayoría de los ladrillos había desaparecido —probablemente robados para otras construcciones—, pero todavía quedaba un muro resquebrajado de mortero tras el cual era posible cobijarse y ocultarnos.

Desmonté y conduje la yegua hacia dentro. El animal se abrió paso entre las piedras amontonadas, sacudió su cuello húmedo y pronto se instaló tranquilamente con su morral bajo la seca curvatura de la cúpula. Coloqué una piedra pesada sobre el extremo de la cuerda con que la ataba, luego cogí un puñado de helechos que se amontonaban bajo el muro, le sequé el cuerpo con ellos y, finalmente, la cubrí.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.