Las aventuras de Tom Sawyer (trad. Simon Santaines) by Mark Twain

Las aventuras de Tom Sawyer (trad. Simon Santaines) by Mark Twain

autor:Mark Twain [Twain, Mark]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras
editor: ePubLibre
publicado: 1876-01-01T05:00:00+00:00


XV

TOM HACE UNA FURTIVA VISITA A SU HOGAR

Unos minutos más tarde Tom se encontraba en el agua poco profunda del banco de arena, vadeando hacia la ribera del Illinois. Antes de que el agua le llegase a la cintura había recorrido la mitad del camino; luego la corriente ya no le permitió seguir vadeando, así que se puso a nadar sin temor para recorrer las cien yardas restantes. Nadaba sesgando la corriente, pero, aun así, era arrastrado hacia abajo más deprisa de lo que esperaba. Al final logró alcanzar la orilla y la siguió hasta encontrar un sitio bajo para salir del agua. Se puso la mano en el bolsillo de la chaqueta, halló intacto el trozo de corteza, y entonces emprendió la marcha a través del bosque, siguiendo la playa, con la ropa chorreando. Poco antes de las diez llegó a un lugar despejado frente al pueblo, y vio el vapor amarrado en la ribera, a la sombra de los árboles. Todo era quietud bajo el parpadeo de las estrellas. Se deslizó hasta la orilla, con sumo cuidado, se metió en el agua, dio tres o cuatro brazadas y se encaramó en el bote que hacía de chinchorro a la popa del barco. Se tendió bajo el banco de los remeros y esperó jadeante.

No tardó en sonar la agrietada campana y una voz dio la orden de «arrancar». Unos minutos más tarde la proa del bote se erguía contra el vientre del vapor, y el viaje había comenzado. Tom se alegró de su éxito, pues sabía que era el último trayecto nocturno del vapor. Al cabo de un cuarto de hora interminable las ruedas se detuvieron, y Tom se deslizó por la borda y nadó hacia la orilla a oscuras, alcanzando la tierra cincuenta yardas más abajo, fuera del peligro de posibles indiscretos.

Recorrió calles poco frecuentadas y al poco rato se encontró frente a la valla posterior de la casa de su tía. Saltó por encima de ella, se acercó al desván y miró al interior de la casa por la ventana del salón, que estaba iluminada. La tía Polly, Sid, Mary y la madre de Joe Harper estaban sentados en grupo, hablando. Estaban cerca de la cama, que se hallaba entre ellos y la puerta. Tom se dirigió a la puerta y comenzó a levantar suavemente el pestillo; luego empujó la puerta, que hizo un chirrido; continuó empujando con cautela, temblando cada vez que chirriaba, hasta que juzgó que podría escurrirse por la abertura de rodillas; entonces metió la cabeza y comenzó a entrar con prudencia.

—¿Por qué oscila tanto la llama de la vela? —dijo la tía Polly. Tom se apresuró—. Pero ¡si la puerta está abierta! Pues claro que lo está. Aquí no paran de ocurrir hechos extraños. Ciérrala, Sid.

Tom desapareció bajo la cama justo a tiempo. Se quedó tumbado un rato «recuperando el aliento», y luego se arrastró hacia un lugar desde donde casi podía tocar el pie de su tía.

—Como decía —continuó la tía Polly—, no era malo, lo que se dice malo, sino travieso.



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