Las aventuras de la China Iron by Gabriela Cabezn Cmara

Las aventuras de la China Iron by Gabriela Cabezn Cmara

autor:Gabriela Cabezn Cmara
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 556015
editor: Penguin Random House Grupo Editorial Argentina
publicado: 2017-09-05T16:00:00+00:00


Unos Habsburgos retacones y negros

Lo que nos mostraba Hernández era el hombre del futuro: él mismo era uno de ellos, yo camino de hierro, yo fuerza de vapor, yo economía de las pampas, yo simiente de civilización y progreso en esta tierra feraz y bruta, nunca antes arada, apenas galopada por salvajes que parecen no tener otra idea de la historia que la de ser fantasmas y ladrones, un humo triste sin más letras que las de ir y venir sembrando vandalismo; parecen flotar sobre la tierra, si no fuera porque roban y queman lo que el trabajo del hombre blanco les pone por delante, uno diría que no existen, que son tan leyenda como El Dorado que buscaban nuestros ancestros. Los gauchos, que suelen ser una mezcla de indio y español, no heredaron de sus abuelos europeos ni siquiera el sueño del oro regalado. Ni de los indios ir y venir livianos como si fueran liebres. Nada. Fueron buenos soldados de la Patria, eso sí, son valientes los gauchos, pero ya no hay más guerra que la de conquistar la tierra metro a metro con las armas lentas de la industria agropecuaria. Y ahí no hay nada que les interese. No tienen noción de construcción; viven en ranchos putrefactos, todos amontonados. No conocen tabú; si no se acuestan con la madre es porque les gustan mocitas, aunque ni de eso se puede estar seguro, yo tuve tres, no, no, miraba su libro de contabilidad, cuatro casos de amancebados con la madre: había que ver cómo les salían los chinitos, medio enanos, chuecos, con los bracitos flacos, hasta prognatismo tenían los hijos-hermanos de uno, unos Habsburgos retacones y negros y analfabetos y desdentados desde los trece, eso me dieron, para eso les di comida, trabajo y escuela a los animalitos esos, se carcajeaba el coronel. Y hube de educarlos con métodos severos porque donde no hay escuela la letra con sangre entra, y a veces también donde hay. ¿La vieron a Miss Daisy? Me traje a una de las gringuitas de Sarmiento para que les diera las clases y apenas tres o cuatro aprendieron algo, los demás, ni a escribir mamá en un año entero. Y la violaron de a cinco, le pegaron con el rebenque hasta hacerle saltar uno de esos ojitos celestes como el cielo manso, le hicieron caer tres dientes y le dejaron media cabeza sin cuero cabelludo. La había visto pasar, sí, una gringa renga y tuerta y medio pelada y sin dientes. No pregunté las causas de la renguera, para qué. A esos también los mandé a la otra escuela y tengo que reconocerles la iniciativa de mejorar la raza: los guachitos medio gringos me salieron mejores trabajadores; hay que decirlo todo, todo hay que decirlo, decía Hernández mirándola a Liz con ojos tan libidinosos que parecía tener una pinga de perro alzado de cada lado de la nariz. La gringa es dura, estuvo en cama una semana y supo insistir en seguir siendo su maestra, pidió por sus vidas, imaginesé, milady, estaba admirado yo por su piedad.



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