Lady Anna by Anthony Trollope

autor:Anthony Trollope [Trollope, Anthony]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 1874-03-31T16:00:00+00:00

25. La carta de Daniel Thwaite

Un día después de que la visitara en Keppel Street, la condesa recibió un paquete de Daniel Thwaite que contenía una breve nota para ella y la carta que sigue, dirigida a lady Anna. El sobre estaba abierto, y en la carta a la condesa el sastre tan sólo le pedía que leyera y enviase a su hija lo que le había escrito, añadiendo que, si lo hacía, él se comprometía a acatar cualquier respuesta que le pudiese llegar del puño y letra de lady Anna. Al hacer ese ofrecimiento, Daniel Thwaite pensó que estaba renunciando a todo. Aunque las palabras las escribiera Anna, se las estaría dictando su madre, o esos abogados que ahora se habían confabulado para obligarla a casarse con el conde. No obstante, consideraba que estaba bien —y que en conjunto era lo mejor para todos— que renunciase a todo. Se resistía a decirles eso a la condesa o a cualquiera de esos abogados cuando lo mandaban llamar para explicarle que, por lo bajo de su posición social, era imposible que se casara con la heredera de alta alcurnia. En tales ocasiones se revolvía contra la autoridad de los que intentaban acabar con él. Sin embargo, cuando estaba a solas veía con tanta claridad como ellos las dificultades que le aguardaban. También sabía que existía un inmenso abismo, como había dicho la señorita Alice Bluestone, si bien difería de esa joven sobre en qué lado del abismo se encontraba el cielo y en cuál su opuesto. La carta a lady Anna rezaba así:

Queridísima mía:

Esta carta, si es que te llega, te la entregará tu madre, que la habrá leído. Se la envío abierta para que pueda enterarse de lo que te escribo. Me ha mandado llamar y he ido a verla esta tarde, y me ha dicho que es imposible que me case contigo. Me he atrevido a decirle a la condesa que dicha imposibilidad no existe. Cuando seas mayor de edad podrás irte de casa de tu madre y casarte conmigo, igual que yo puedo hacer contigo, sin que nadie nos lo pueda impedir. No hay nada en la ley, divina o humana, que pueda dificultar que te conviertas en mi mujer, siempre que ése sea tu deseo. Pero tu madre también me ha dicho que ése no era tu deseo, y ha añadido que, de no estar tú atada a mí por vínculos de gratitud, estarías dispuesta a casarte con tu primo, lord Lovel. Le he ofrecido que nos veamos en presencia de ella, y también de lord Lovel, para preguntarte delante de todos a cuál de nosotros dos has entregado tu corazón. Y he prometido que si en mi presencia alargas la mano derecha hacia el conde, ni a tu madre ni a ti jamás os volverá a molestar Daniel Thwaite. Sin embargo, la condesa ha jurado que nunca se me permitirá que te vuelva a ver.

Así pues, te estoy escribiendo, y te pido que reflexiones sobre lo que te digo antes de contestarme.

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