La voz by Arnaldur Indridason

La voz by Arnaldur Indridason

autor:Arnaldur Indridason [Indridason, Arnaldur]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2002-01-01T05:00:00+00:00


18

Wapshott desapareció del hotel acompañado por los dos policías, y Erlendur se enteró de que Ösp, la chica que había encontrado el cadáver, estaba trabajando en el cuarto piso. Tomó el ascensor y al llegar a la planta la vio sacando de una de las habitaciones un cesto con ruedas lleno de ropa de cama sucia. Estaba absorta en su trabajo y no le prestó atención alguna hasta que Erlendur estuvo a su lado y la saludó. La joven lo miró y lo reconoció al momento.

—Ah, eres tú —dijo con indiferencia.

Parecía aún más cansada y abatida que cuando hablaron en la cantina de personal, y Erlendur pensó que las navidades tampoco eran una época feliz para ella. Antes de darse ni siquiera cuenta, se encontró preguntándoselo.

—¿No te gustan las navidades? —dijo.

No le respondió, sino que empujó el cesto hasta la siguiente puerta, llamó y aguardó un poco antes de sacar la llave, abrir y entrar en la habitación. Para mayor seguridad preguntó si había alguien, por si alguna persona que pudiera estar dentro no la había oído llamar, y entonces se puso a limpiar, cambió la ropa de cama, recogió las toallas del suelo del baño y echó detergente en el espejo con un spray. Erlendur se coló en la habitación detrás de ella y la vio trabajar. Al cabo de un rato, ella se dio cuenta de que aún estaba allí, a su lado.

—No puedes entrar en las habitaciones —le dijo—. Es privado.

—Tú hacías la limpieza de la habitación 312, en el piso de abajo —dijo Erlendur—. La ocupaba un inglés bastante peculiar. Henry Wapshott. ¿Notaste algo extraño en su habitación?

La joven lo miró como si no acabara de comprenderle.

—Como por ejemplo un cuchillo ensangrentado —dijo Erlendur, intentando sonreír.

—No —dijo Ösp—. Nada —reflexionó un instante, y preguntó—. ¿Qué cuchillo? ¿Fue él quien mató a Papá Noel?

—No recuerdo las palabras que utilizaste la otra vez que hablé contigo, pero dijiste que algunos de los huéspedes os molestaban. Creí entender que hablabas de acoso sexual. ¿Era él uno de esos?

—No; solo lo vi una vez.

—Y no hubo nada que…

—Se puso hecho una furia —dijo Ösp—. En cuanto entré en su habitación.

—¿Se puso hecho una furia?

—Lo había interrumpido y me echó. Bajé a ver qué pasaba y en recepción me enteré de que había dado orden de que no limpiaran su habitación. Nadie me había dicho nada. Nadie le dice nada a nadie en este maldito hotel. Por eso entré en su cuarto, y cuando me vio se puso fuera de sí. Me echó una bronca, el muy imbécil. Como si yo fuera la responsable del hotel. Tendría que haberle echado la bronca al director.

—Es un tanto misterioso ese hombre.

—Un gilipollas.

—Me refiero a Wapshott.

—Sí, los dos.

—¿De modo que no notaste nada extraño?

—Estaba todo revuelto, pero eso no es nada extraño.

Ösp interrumpió un momento su trabajo, se quedó quieta y miró pensativa a Erlendur.

—¿Habéis avanzado algo en el caso de Papá Noel?

—Poco —dijo Erlendur—. ¿Por qué?

—Este hotel es raro —dijo Ösp, bajando la voz y mirando hacia el pasillo.



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