Noche sagrada by Michael Connelly

Noche sagrada by Michael Connelly

autor:Michael Connelly [Connelly, Michael]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2017-12-31T16:00:00+00:00


24

* * *

* * *

Bosch y Lourdes esperaron en el pasillo. Solo se permitió al jefe de policía y a los familiares entrar en la unidad de cuidados intensivos. Durante la mayor parte del tiempo, permanecieron sentados en silencio y tomando café de máquina en vasitos de plástico. Al cabo de dos horas, el jefe Valdez salió con la noticia.

—Dicen que solo estuvo un par de minutos sin oxígeno en el cerebro, así que debería recuperarse —dijo—. Es cuestión de esperar. La mayor preocupación es la fractura de cráneo de cuando se golpeó en el suelo al ceder la rejilla.

Bosch había sido testigo y había oído el impacto cuando el cuerpo oscilante de Luzón hizo ceder la rejilla de hierro y el detective se golpeó la nuca contra el banco. Como un saltador de trampolín que se golpea después de una pirueta.

—¿Está consciente? —preguntó Lourdes.

—Lo estaba, pero se lo han llevado a cirugía —dijo Valdez—. Dicen que tiene un hematoma subdural y tienen que eliminarlo, lo que significa que han de hacerle un puto agujero en el cráneo para que salga sangre y rebaje la presión.

—Mierda —dijo Lourdes.

—De todos modos, quiero un informe completo de lo que ocurrió en esa celda y de todo lo que condujo a ello —dijo Valdez—. ¿Qué es lo que se torció, Harry?

Bosch trató de enunciar una respuesta.

—Me pilló por sorpresa —dijo por fin—. Debería haber sabido que era así como lo hicieron algunos borrachos en su momento.

—Todo el mundo lo sabe —dijo Valdez—. Deberías haber estado preparado para eso.

Bosch asintió. Sabía que Valdez tenía razón.

—Es culpa mía —dijo Bosch—. Pero ¿vamos a acusarlo? Lo tengo todo en el móvil. Avisó a Mejía. Lo explicó como si fuera un error, pero es responsable.

—Ahora mismo no me preocupa eso —dijo Valdez—. Lo hablaremos después.

Bosch se dio cuenta de que al jefe le estaba costando ocultar su rabia por todo el asunto.

—Bella, ¿por qué no vuelves a la comisaría y empiezas con el papeleo? —dijo Valdez.

—Recibido —dijo Lourdes.

Valdez se quedó allí de pie, en un silencio torpe, mientras esperaba que Lourdes se marchara.

—Hasta luego —dijo ella.

Valdez la observó marcharse por el pasillo hacia la zona de ascensores.

—Harry, tenemos que hablar —dijo en cuanto consideró que Lourdes estaba suficientemente lejos.

—Lo sé.

—Voy a pedir al Departamento del Sheriff que investigue cómo se ha manejado este asunto. Creo que una revisión externa nos vendría bien.

—Puedo ahorrarle el problema, jefe. La cagué. Lo sé.

—Sabes que como agente en la reserva no tienes las mismas protecciones que los que están a tiempo completo.

—Lo sé. ¿Me está despidiendo?

—Creo que deberías irte a casa y dejar que el Departamento del Sheriff lo valore.

—Estoy suspendido, entonces.

—Como quieras. Solo vete a casa, Harry, y tómate un descanso. Cuando sea el momento, volverás.

—Cuando llegue el momento, si llega… Está bien, jefe. Lo haré. Le enviaré a Lourdes el audio de la celda.

—Estaría bien, sí.

Bosch se volvió y se alejó, encaminándose por el pasillo en la dirección que había tomado Lourdes.

Sabía que después de eso había pocas posibilidades de que volviera a trabajar para el Departamento de Policía de San Fernando.



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