Fanny Hill by John Cleland

Fanny Hill by John Cleland

autor:John Cleland [Cleland, John]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Erótico
editor: ePubLibre
publicado: 1748-01-01T05:00:00+00:00


saciada con el más amable bocado del mundo. (Shakespeare)

Louisa yació complacida hasta el corazón, complacida hasta el máximo en su capacidad de placer, con cada fibra de esas partes estirada al máximo, en un potro de goce, mientras el instrumento de todo este exceso de plenitud despertaba sus sentidos con su dulce superabundancia, hasta que el placer se apoderó de ella, su aguijón se clavó en su centro y dando alcance finalmente al entusiasmo de su furioso conductor y compartiendo el tumulto de su salvaje rapto, la parte favorita de su cuerpo enloqueció, al estar tan fervorosamente llenada y empleada; no existía más que allí, perdida en los delirantes transportes, los éxtasis de los sentidos que expresaban sus ojos entrecerrados, el brillante bermellón de sus labios y mejillas, los suspiros de placer, profundos y patéticos. Para abreviar, era una máquina tan sobreexcitada y tenía tan poco control sobre sus movimientos como el propio inocente que, volcado sobre ella, le hizo sentir con toda su energía su tempestuosa ternura y la fuerza del temple con el que batallaba; sus activos miembros se estremecían por la violencia del conflicto hasta que brotó el placer, provocando la lluvia de perlas que debía apaciguar el huracán. El apenas sensible joven vertió por primera vez esas lágrimas de júbilo que están presentes en el último momento, no sin una agonía de deleite y casi un rugido de rapto en el momento en que brotó el manantial; eso fue tan sensible para Louisa que le acompañó fielmente, terminando en aquiescencia con los síntomas de siempre: un delicioso delirio, un trémulo estremecimiento convulsivo y la crítica agonía. ¡Oh!, ahora, cuando él se retiró, quedó empapada en placer y saboreando su dulzura esencial, pero agotada y jadeante, sin más sensación vital que esas exquisitas vibraciones que temblaban aún en las cuerdas del goce, que habían sido pulsadas con demasiada fuerza y cuya naturaleza había sido demasiado conmovida para que los sentidos pudiesen recuperar la calma con rapidez.

En cuanto al tonto, cuya curiosa máquina había sido utilizada con tanto éxito, su cambio de expresión y actitud tenía algo de absurdo o, más bien, de tragicómico; ahora mostraba un aire de bobaliconería triste que se superponía a su aspecto natural, idiota e inexpresivo, allí parado con el emblema de su masculinidad flojo, blando y calmado, golpeando contra sus muslos, a cuya mitad llegaba, terrible hasta en la derrota. Sintiendo el abatimiento del espíritu y la carne, que se deriva naturalmente, sus ojos se dirigían por turno hacia su abatido estandarte y se alzaban hacia Louisa, pareciendo reclamarle lo que le había entregado y que ahora parecía extrañar. Pero el vigor de la naturaleza, volviendo rápidamente, disipó la ráfaga de desmayo a que lo había sujetado la ley común del placer, por lo que su cesto volvió a ser su principal preocupación; lo busqué y se lo entregué, mientras Louisa acomodaba sus ropas y después lo contentaba, tomando todas sus flores y pagándoselas al precio corriente, más que si lo hubiese



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