El Jurado by John Grisham

El Jurado by John Grisham

autor:John Grisham [Grisham, John]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 1996-01-21T05:00:00+00:00


20

El primer sábado de noviembre llegó a Biloxi con temperaturas del orden de los diez grados, extraordinariamente frías para el clima subtropical de la Costa. Una suave brisa del norte peinó los árboles y esparció las hojas por aceras y calzadas. En el Golfo el otoño solía aparecer con retraso y retirarse en el Año Nuevo para dar paso a la primavera. El invierno no formaba parte de la vida en aquella parte del país.

Los corredores más madrugadores habían salido a hacer jogging con los primeros rayos de sol. Pero ni siquiera ellos repararon en el Chrysler negro que aparcó frente a la entrada de una modesta casa de ladrillo. También era demasiado temprano para que los vecinos vieran a los dos jóvenes vestidos con trajes oscuros que bajaron del coche, se dirigieron a la puerta principal, llamaron al timbre y esperaron pacientemente una respuesta. Era demasiado temprano, sí, y sin embargo, antes de una hora, muchos saldrían al jardín a recoger las hojas caídas y las aceras se llenarían de niños.

Hoppy acababa de poner a hervir el agua del café cuando oyó el timbre. Se ciñó el cinturón de su viejo albornoz e intentó arreglarse el cabello con los dedos. A aquella hora intempestiva sólo podían ser los boy scouts vendiendo donuts, pensó. Ojalá no fueran otra vez los Testigos de Jehová, porque si se atrevían a volver, se iban a enterar de lo que valía un peine. Una secta, eso es lo que eran. Hoppy tenía prisa por abrir porque el piso de arriba estaba lleno de adolescentes en estado comatoso. Seis en el último recuento: cinco propios y otro que alguien se había traído prestado de la universidad. Una típica noche de viernes en casa de los Dupree.

Hoppy abrió la puerta y se encontró con dos jóvenes de aspecto severo que por única presentación le mostraron sendos medallones dorados sobre fondo de cuero negro. Hoppy leyó las siglas «FBI» al menos dos veces y poco faltó para que se desmayara.

—¿Es usted el señor Dupree? —preguntó el agente Nitchman.

Hoppy ahogó un grito.

—Sí, pero…

—Nos gustaría hacerle algunas preguntas —dijo el agente Napier dando otro paso en dirección a la puerta.

—¿Sobre qué? —preguntó Hoppy con la boca seca mientras intentaba divisar entre los dos jóvenes la figura de Mildred Yancy, la vecina de enfrente, que ya debía de estar muerta de curiosidad.

Nitchman y Napier intercambiaron una mirada implacable y conspiradora.

—Podemos hablar aquí o en alguna otra parte —dijo Napier a Hoppy.

—Acerca de Stillwater Bay, de Jimmy Hull Moke y de ese tipo de cosas —explicó Nitchman. Hoppy tuvo que agarrarse al marco de la puerta.

—¡Dios mío! —exclamó Hoppy al sentir que los pulmones se le quedaban sin aire y que se le paralizaban los órganos vitales.

—¿Podemos pasar? —preguntó Napier.

Hoppy agachó la cabeza y se frotó los ojos como si fuera a llorar.

—No, por favor, aquí no —suplicó Hoppy pensando en los chicos, que solían dormir hasta las nueve o las diez, o hasta el mediodía si Millie les dejaba, pero que bajarían enseguida si oían voces—.



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