La Virgen en tus ojos by Florencia Etcheves

La Virgen en tus ojos by Florencia Etcheves

autor:Florencia Etcheves [Etcheves, Florencia]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2012-11-01T04:00:00+00:00


27

Hace calor, como siempre en Ecuador, pero se me pone la piel de gallina y siento la necesidad de abrazarme a mí misma. Lo hago. Me hundo en la mecedora y cierro de nuevo los ojos. Puedo escuchar el ruido de una puerta cerrarse y la voz lejana de la mujer policía, la del pelo de color amarillo huevo.

—Pasá, Juánez, la pibita ésta necesita una par de sopapos, a ver si se le pasa un poco el agrande…

—Ni se te ocurra ponerle una mano encima, porque te bajo de un plumazo.

Yo seguía sentada en la punta del catre inmundo que había en la celda. No quería tocar nada. Tenía miedo de que la culpabilidad fuera contagiosa y de que tarde o temprano se me pegara de manera visible en la piel.

Levanté la cabeza y lo vi a Juánez del otro lado de las rejas. Estaba despeinado, con profundas ojeras y los ojos irritados. Yo no me veía muy distinta.

La policía de pelo color amarillo huevo le abrió la celda, Juánez la echó con sólo una mirada. Él entró, corrió una silla de metal y se sentó con las manos apoyadas en las rodillas.

—Se te complicó la historia, nena —dijo casi resignado. Le dediqué una semisonrisa.

—A mí, no. A ustedes se les complicó todo. Metieron presa a la persona equivocada.

—Ya lo sé.

Me quedé con la boca abierta. No esperaba esa respuesta de Juánez. ¿Él creía en mi inocencia? Dejé que siguiera hablando.

—El fiscal Roger y el juez de garantías no tienen dudas, dicen que vos mataste a Gloriana. Por eso estás acá. El forense Aguada asegura que la acuchillaste antes de irte a trabajar…

Lo interrumpí.

—¿Y usted qué cree, Juánez?

—No le creo ni al fiscal ni al juez, y mucho menos al forense —dijo evitando dar una respuesta directa—. ¿Hay algo que no me hayas contado? Es ahora o nunca, Minerva —aseguró, e hizo un silencio—. No te quedan muchas oportunidades.

—Fue un robo, estoy segura. Alguien entró a robar, tal vez Gloriana reconoció al ladrón y por eso la mató —sostuve, y miré a Juánez para percibir en él alguna reacción—. Creo que fue eso lo que pasó.

—¿Un robo?… Suena raro. —Pensó unos segundos y agregó—: Gloriana tenía puesto su reloj Cartier, estaba su teléfono celular, hasta su cartera con ochenta pesos… No creo que haya sido un robo.

Me mordí el labio inferior, mientras me sonaba las articulaciones de los dedos de las manos.

—Y… ¿la plata del cajón? —pregunté en voz muy baja. Juánez acercó la silla unos centímetros.

—Perdón… no te escuché bien. ¿Qué dijiste? —Hablé más fuerte:

—En el cajón de la mesa de luz había plata, mucha plata, unos dos mil dólares. Estábamos ahorrando para irnos de vacaciones a alguna playa del Caribe. ¿Aparecieron?

—No, en la lista de objetos de valor no están. Bueno, Minerva —dijo Juánez mientras se levantaba y ponía la silla contra la pared de la celda—. Me voy. Probablemente venga tu abogado a plantear tu estrategia de defensa.

—¿Encontraron el objeto con el que la mataron?

—Si lo hubiéramos encontrado, tal vez el caso estaría resuelto.



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