La vida que nos separa by Chufo Lloréns

La vida que nos separa by Chufo Lloréns

autor:Chufo Lloréns [Lloréns, Chufo]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2023-03-30T00:00:00+00:00


46

Clara Liechtenstein

MARIANA cruzó el jardín, donde una lluvia blanda, muy propia de la primavera mexicana, caía lentamente. Solía visitar a Clarita casi todos los días en las horas que los niños se encontraban en el colegio o estaban ya en pijama a punto de cenar. Aquella mujer se había ganado su corazón. Era cariñosa con sus hijos, espléndida en sus obsequios de cumpleaños y santos, tenía una conversación deliciosa y explicaba cosas increíbles al respecto de su ida a México y de las vicisitudes de su vida.

En esa ocasión, acudía a la llamada de Clarita. Había estado un par de días con Malena en Acapulco para mostrar en las muchas tiendas para turistas que había allí los objetos de inspiración española que, copiados por el hábil artesano que habían contratado, ella y su amiga ofrecían en México. A su regreso, Petra le dijo que la señora Liechtenstein había preguntado por ella cada día.

Mariana empujó la puerta de la entrada de la casa grande, que siempre estaba abierta, colgó el paraguas en el perchero y caminó hacia el salón. Desde el fondo se oía el televisor, donde, como siempre a esa hora, Clarita seguía con pasión uno de los famosos culebrones mexicanos de Televisa, Al rojo vivo, protagonizado por Alma Muriel y Frank Moro. Encarnación le salió al paso. Era una mujer discreta, mexicana de raza, de ojos rasgados y profundos que reflejaban la melancolía de los nativos de aquella tierra, con una larga trenza negra como el azabache que le llegaba a la cintura y un hablar pausado lleno de matices.

—¿Cómo está la señora?

—Un poco pachucha. Don Simón viene mucho a verla, pero ya sabe que es muy suya, no quiere tomar medicinas y anda todo el día con la esterilla eléctrica. Dice que le duele mucho el vientre. Ha preguntado por usted estos días, a pesar de que le expliqué que usted estaba fuera.

—Pues vamos a verla. Las personas mayores lo que quieren es que las mimen, se vuelven como niños.

La sirvienta se colocó la mano junto a la oreja para oír mejor lo que pasaba en el salón.

—Pase, seño, porque la señora ha apagado el televisor, y eso que estaba viendo su novela favorita. Seguro que nos ha oído.

La voz inconfundible de doña Clara sonó a lo lejos.

—¿Eres tú, Mariana? No te entretengas con esa charlatana, que se muere por dar carrete.

—¡Ya voy, Clarita! Ha sido culpa mía.

Mariana abrió la puerta del salón y, pese a estar prevenida y a que tan sólo hacía dos días que no veía a su amiga, se impresionó. A doña Clara Liechtenstein le había cambiado la cara. Su rostro, terso y rosado, había adquirido un tono macilento, sus ojos se habían hundido, y a Mariana le pareció que la nariz se le había afilado. Disimuló el impacto e hizo como si la encontrara igual que siempre. Señaló la esterilla eléctrica que tenía sobre el vientre y, con los brazos en jarras, la amonestó.

—¡Es que no puedo dejarte sola ni un momento! En cuanto tengo que irme y tardo un poco en verte, te me pones malita.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.