La utilidad del deseo by Juan Villoro

La utilidad del deseo by Juan Villoro

autor:Juan Villoro [Villoro, Juan]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2017-01-10T00:00:00+00:00


ONETTI: «EN REALIDAD NO DIJE NADA PERO ES FORZOSO QUE SEA ASÍ»

La correspondencia de Onetti con el pintor y crítico literario Julio E. Payró fue publicada por la editorial ERA en 2009 con un significativo aparato de notas preparado por Hugo J. Verani.

A lo largo de dos décadas (1937-1957), el autor de El astillero pone a prueba sus descubrimientos e intuiciones. Payró vive en Buenos Aires, lo supera en lecturas, tiene un carácter paciente, gustos sofisticados, una posición segura. Sin embargo, el joven novelista, que por esos años compone libros capitales, de El pozo a Para esta noche, suele desafiar a su corresponsal y no pocas veces le suelta una de esas impertinencias onettianas donde el afecto se mezcla con la injuria. Sirva de ejemplo la dedicatoria de Tierra de nadie. En 1951 el libro aparece inscrito a «Julio E. Payró»; veinticuatro años después, la reedición agrega una frase: «A Julio E. Payró, con reiterado ensañamiento».

Una de las cartas revela el asombroso primer título de Tierra de nadie: Folletín. La clave de esa elección parece estar en una pregunta que Onetti le lanza a Payró: ¿por qué Faulkner decidió que una historia de extrema sordidez se llamara Santuario? Con la misma ironía, un erial sin nadie puede ser visto como un folletín.

En la correspondencia, el «ensañamiento» adquiere variados matices. En un momento de hartazgo, el novelista uruguayo utiliza italianismos y giros en lunfardo, asumiéndose como un molesto compadrito, tal y como haría años después en su célebre encuentro con Borges. De manera típica, Onetti se descalifica como interlocutor de alguien con quien no deseaba hablar; otras veces termina su desahogo aclarando que está borracho.

La hondura de la correspondencia deriva de la libertad con que Onetti cede a sus pasiones. Curiosamente, su voz íntima elige hablar de usted. A propósito de Pestalozzi, Benjamin comenta que sus cartas aspiran a la «conquista del tú». Apenas iniciados sus envíos a Payró, Onetti celebra poderle hablar de tú, pero renuncia de inmediato a este trato de confianza, como si la cercanía pudiese entrañar un error y el afecto logrado llevara al fracaso; también, y sobre todo, lo hace para conservar el peso de lo literario, una distancia elegida, subjetividad imaginada.

Para escribir cartas necesita un momento especial, un «tiempo-tipo», un «tiempo-clima», una atmósfera que le permita imaginarse por escrito («zonas donde uno se coloca y zonas donde uno huye en el momento de escribir», precisa en otro pasaje).

Para Onetti, una buena carta depende de un desarrollo distraído, agradablemente divagatorio; debe rechazar otro pretexto que la escritura misma: «No tengo esperanzas acerca de la extensión de esta carta. Pero supongo que si puedo hacerla durar nos vamos a divertir». La historia necesita un tempo; hay que escribir cuando el reloj se pone de parte del narrador y suspende las horas.

Protegido por el usted y el ambiente mental en el que se sumerge, Onetti es capaz de iniciar una carta con afrentoso afecto. El 10 de diciembre de 1941 abre su misiva al «querido Julito» en estos términos: «¿Qué le pasa?»

El tono de contradictorio aprecio se extiende a otros amigos.



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