La sonrisa del gato by Rodolfo Martínez

La sonrisa del gato by Rodolfo Martínez

autor:Rodolfo Martínez [Martínez, Rodolfo]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 1995-01-01T00:00:00+00:00


Y ENTONCES SE ATARÍAN TODOS LOS CABOS

Cheshire descansaba. Soñaba y descansaba. A su alrededor corrían los pulsos de datos de las otras IACs, chismorreando información, convirtiendo la esfera de datos en un cotorreo de bits. Cheshire no intervenía. Sus rutinas auxiliares lo mantenían bien informado de lo que ocurría fuera, en la red, en el ridículo y paralizado entorno que los humanos llamaban el mundo real. Soñaba y planeaba. Pensaba en Abdul, que había dado muerte a Chandler y luego había vuelto a Nod, para entregarle a su dios la información que le había enviado a buscar. Pensaba en su recompensa, en cómo habría visto caer al suelo la máscara de plata que ocultaba el verdadero rostro de Dios. ¿Cómo había reaccionado Abdul al ver aquellos ojos brillantes, las facciones impasibles, el resplandor metálico que identificaba a su dios como un robot creado por los humanos? Ah, ojalá hubiera podido verlo. Y lo vería, en cierto modo. Cuando llegase la Dispersión, el robot lanzaría sus hordas de fanáticos contra una Galaxia ignorante de todo y se haría con el control de la humanidad o sería destruido en el intento. Si ocurría lo segundo, Cheshire lo lamentaría. Si triunfaba, ah, entonces el juego iba a empezar de verdad, porque el robot que se llamaba a sí mismo Dios no toleraría la presencia de alguien como Cheshire. Bien, estaría preparado. Sin duda iba a ser la partida de las partidas, el mayor de todos los juegos. El desenlace no importaba.

Mientras tanto, en la Peonza, todo se desarrollaba sin problemas. Hacía tiempo que un nuevo jefe de policía había reemplazado a Cúrtiz, las autoridades de la Confederación habían presentado una disculpa diplomática al Mandato y este la había aceptado a regañadientes. Los pequeños títeres humanos seguían vagando por las galerías, ignorantes de que alguien tiraba de sus hilos. Todo era como debía ser.

Todo no. Memo había conseguido escapar y era probable que hubiera conseguido ponerse en contacto con los superiores de Chandler, aquel ridículo servicio de espionaje. Eso no le preocupaba: las autoridades de la Confederación no intentarían nada contra él; dependían demasiado de la Peonza y sus juguetes tecnológicos para arriesgarse a mandarlo todo al carajo por una vendetta personal. Pero era irritante. En cierta manera empañaba su triunfo. No importaba. Tarde o temprano el pequeño híbrido estaría de nuevo bajo su influencia, y entonces se atarían todos los cabos.

Sintió una presencia que se acercaba a él. Un humano había enviado su seudoego a la esfera. El código se acercaba cada vez más deprisa. Al principio no pudo discernir con claridad a qué usuario humano pertenecía, pero enseguida desentrañó las ridículas protecciones que rodeaban al seudoego y no pudo evitar sonreír complacido.

[Vaya, vaya, pequeño híbrido, para que luego hablemos de las coincidencias. Precisamente estaba pensando en ti.]

El seudoego se detuvo frente a Cheshire y lanzó sus tentáculos de comunicación. Era una buena pieza de software, realmente sofisticada, un auténtico bacap de la personalidad de Memo.

—Hola, Cheshire.

[Bienvenido. No creí que volvería a verte tan pronto.



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