La sombra de Dreinlar by Bernard Torelló

La sombra de Dreinlar by Bernard Torelló

autor:Bernard Torelló [Torelló, Bernard]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2022-07-01T00:00:00+00:00


12

El demonio de Arbennios

Aelthad de Arbennios llegó a Thadded mientras la lluvia caía a su alrededor. Tenía el cabello empapado, la capa y la túnica salpicadas de barro, echaba vaho por la boca y observaba el cielo neblinoso que envolvía el feudo donde el destino le había traído.

Nunca antes había estado en Thadded, de manera que se guio por las indicaciones que le habían dado los viajeros que encontró por el camino. Se detuvo frente a las anchas murallas y alzó la cabeza hacia el castillo, que se erguía por encima de todo lo demás, en lo alto de la colina escarpada. Entonces le pareció que ya había visto ese castillo, como si en el pasado hubiera ido allí y hubiera levantado los ojos exactamente en ese mismo lugar, como si ya hubiera vivido aquella experiencia. Asintió para sus adentros cuando se dio cuenta de que esa era la voluntad de Ar: en aquella cima amurallada encontraría las respuestas que buscaba.

Sin embargo, aún tenía algo que hacer antes de ponerse en camino hacia lo que su alma ansiaba. Dio media vuelta y se internó en el campo, caminando en solitario entre los restos de lo que parecían unas carpas y un palco a medio desmontar. A un lado, el terreno estaba allanado y marcado en un círculo de unos diez metros de diámetro; Aelthad lo examinó en silencio y se dio cuenta de que era el terreno dispuesto para un torneo. Así pues, y como todo estaba desierto, dedujo que las celebraciones de la boda habían terminado.

Llegó al Templo de Ar cuando empezaba a anochecer. Lo reconoció porque era un edificio de construcción circular, el único de semejante arquitectura en las tradiciones de todo Dreinlar. La entrada estaba cerrada, pero no con llave, así que al llegar frente al umbral solo tuvo que empujar la puerta y esta se abrió sin resistencia.

Ante sus ojos quedó un pasadizo oscuro, pero se oía ruido y había algo de luz al fondo. Aelthad cerró la puerta, se quitó la capa, la dobló bajo el brazo y caminó hacia delante, dejando un reguero de agua y barro tras sus pasos. No le fue difícil encontrar la cocina, de donde provenían el ruido y la luz; llamó a la puerta con golpes sonoros, entró y se hizo el silencio.

Un numeroso grupo de hombres y mujeres vestidos con túnicas grises y blancas se giraron hacia él cuando le vieron entrar. Aelthad localizó al maestro con facilidad: era el único que vestía una túnica negra.

—Hola, hermanos. —Aelthad se inclinó hacia ellos—. Soy Aelthad, novicio de Loefyr. Me envía la maestra Ceiwyd. Me pidió que buscara al maestro Gwallar de Thadded.

—Lo habéis encontrado, entonces —respondió Gwallar con voz pausada—. Hay un largo camino desde Loefyr. ¿Habéis cenado? Imagino que no. Uníos a nosotros, por favor.

El maestro hizo una señal al asiento vacío que había a su derecha. Aelthad asintió y se sentó en el lugar indicado. Uno de los novicios se levantó para traerle un cuenco de lentejas y luego todos continuaron comiendo, mientras reanudaban las conversaciones.



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