La red de Caronte by Gemma Herrero Virto

La red de Caronte by Gemma Herrero Virto

autor:Gemma Herrero Virto [Herrero Virto, Gemma]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2006-05-25T00:00:00+00:00


* * *

La cabeza de Gus reposaba sobre la mesa, al lado del teclado. Natalia le miró durante unos segundos, planteándose si debería despertarle. Decidió que no. El pobre chico llevaba varios días trabajando muchas horas y Natalia sospechaba que dormía muy mal o muy poco. Sus ojeras se habían acentuado y tenía mal color. Incluso diría que había adelgazado, aunque era casi imposible saberlo bajo las enormes ropas que siempre vestía. Se sentó en el sofá sin hacer ruido y revisó los resultados de la última autopsia por si encontraba algo que podía habérsele escapado.

El timbre sonó. Natalia se levantó y abrió la puerta. Carlos le sonreía, cargado con un enorme montón de carpetas:

—Hola, mira los regalos que te traigo.

—¿Son los informes de los pacientes?

—Exacto. Los cuarenta y cuatro que pidió la señorita. No falta ninguno. ¿Me dejas pasar o piensas mirarlos aquí en la puerta?

—Sí, sí, claro… —Natalia se apartó y le siguió hacia el salón—. No hagas ruido. Gus está dormido.

—¿Cómo que está dormido? No le pago para que duerma. —Carlos se volvió hacia ella, enfadado.

—Déjale, está muy cansado. Está trabajando mucho aquí estos días y creo que por la noche también adelanta trabajo. Si sigue así, caerá enfermo —susurró Natalia.

—¿Es que ni siquiera vamos a poder hablar en un tono normal? ¿Y qué hago con todo esto ahora?

—Llévalo a la cocina. Iremos allí.

—Está bien, pero empiezas a comportarte como su madre —le recriminó Carlos.

—Me comporto como un ser humano y no como un capataz de esclavos. Venga, a la cocina. Te prepararé un café.

Carlos la siguió, dejó los expedientes encima de la mesa y se sentó. Mientras Natalia preparaba café para los dos, empezó a ojear las carpetas.

—En la vida habría imaginado que se podría escribir tanto sobre una persona. Yo no sería capaz de escribir todo esto ni sobre mí mismo, y mira que me conozco.

—Supongo que, además del diagnóstico y el tratamiento, cada historial contendrá transcripciones de las diferentes sesiones. Por eso ocupan tanto. —Natalia se acercó por detrás y observó por encima de su hombro el caso que él ojeaba—. Mira eso. Como te decía, describe todo el historial clínico y los avances terapéuticos que se van realizando.

—¿Sabes que me pone muchísimo que uses un lenguaje tan profesional? —Carlos giró la cabeza, quedando a muy pocos centímetros de la cara de Natalia. Esta se apartó, enfadada.

—¿A qué viene eso ahora? —Natalia notó como una oleada de calor trepaba por sus mejillas.

—A nada. Es que odio que la gente lea por encima de mi hombro. —Carlos esbozó una sonrisa burlona—. Eh, no te enfades. Era una broma.

Natalia le ignoró, dedicándose de nuevo a preparar café. Carlos se encogió de hombros y siguió leyendo. Al cabo de unos minutos, Natalia se sentó frente a él y cogió otra de las carpetas. Levantó la vista de sus papeles para tomar un sorbo del humeante café y observó a Carlos. El pelo moreno le caía sobre la frente, en la que se dibujaba una arruga provocada por la concentración.



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