La perla del emperador by Daniel Guebel

La perla del emperador by Daniel Guebel

autor:Daniel Guebel [Guebel, Daniel]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Retail
publicado: 1990-01-01T03:00:00+00:00


LA LUZ SE APAGÓ. Tepe Sarab comenzó a quejarse en voz baja; temía que lo castigaran si elevaba el tono. Finalmente desbarró en un llanto silencioso. Se quedó dormido y soñó con Muti, su mujer. Estaba arrodillada sobre la espuma, al borde del mar, destejiendo un ovillo.

Sintió que lo sacudían. Alguien murmuró: “Despierta. No desperdicies tu noche”. Tepe abrió los ojos. Después preguntó:

—¿Estoy preso?

—Claro que sí.

Tepe se abrazó por los hombros y volvió a sollozar. El extraño esperó a que el pescador agotara sus lágrimas y luego encendió una vela. Tepe lo miró: era un hombre de baja estatura, ancho de espaldas, miserablemente vestido. Tenía los cabellos canos y el rostro arrugado, pero sus ojos brillaban en la semipenumbra, y Tepe pensó que eran los ojos de un animal. El encierro debía de aguzar algunas facultades. La curiosidad lo empujó:

—Y usted, ¿hace cuánto que…?

El otro soltó una risita:

—No estoy preso. Soy quien debe vigilarte.

—¿Mi carcelero?

—Sí. Pero no por mucho tiempo. Mañana te llevarán ante un tribunal. ¡Quién sabe! Quizá tengas suerte y te juzgue el mismo Shah.

—¿El Shah? —tanteó Tepe—. ¿El mismo Shah? ¿Por qué habría de ocuparse el Shah del más ínfimo de sus súbditos?

—El Shah no tiene a deshonra el considerarse un siervo del Estado.

—Pero ¡no todo el mundo es un siervo! —se escandalizó Tepe.

—Por el contrario —dijo el carcelero—, todo el mundo lo es.

—Que el Shah se ocupe de mí —dijo Tepe—… Yo quisiera librarlo de ese oprobio.

—No digo que sea inteligente el funcionamiento de un Estado que permite que el mismo Shah se ocupe del destino de un súbdito rebelde: digo que esa es la verdad. De todos modos, no es usual. Lo corriente es que los prisioneros sean juzgados por tribunales inferiores. Ver al Shah es un privilegio. Yo mismo, que soy el encargado de vigilarte, no lo he visto nunca. ¡Y eso que en mi juventud era miembro de la guardia personal del portaalfanje de uno de sus ministros, y por lo tanto podía considerarme como parte de su comitiva!

—Me atemoriza un poco enterarme de estos detalles —dijo Tepe.

—Es bueno que sepas todo lo posible. ¿Y si mañana te encontraras frente al Shah?

—De seguro temblaría.

—Igual, no te bastaría para conservar la vida. Pero no creo que lo veas: ver al Shah es una posibilidad muy remota. Lo más probable es que te toque en suerte algún juez de los tribunales inferiores.

—¿Y eso es mejor?

—Podría darse que decidiera absolverte sin mucho trámite —reflexionó el carcelero—: Pero perderías la oportunidad de ver al Shah.

—Sería bueno para el Shah no tener que ocuparse de alguien como yo, aunque eso me privara de verlo —sugirió Tepe.

—Tal vez lo sería para el Shah, pero ¿para ti? Bien pudiera ser que el juez te condenara a idéntica suerte que aquella que el Shah te reservaba, y entonces morirías igual, y sin el consuelo de haber visto al Shah. ¿Lo preferirías de esa forma?

—No estoy en posición de elegir, creo —dijo suavemente Tepe.

—En lo que respecta a ver al Shah, nadie lo está —dijo el carcelero—.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.