La memoria de la tierra by Orson Scott Card

La memoria de la tierra by Orson Scott Card

autor:Orson Scott Card [Card, Orson Scott]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 1992-01-01T00:00:00+00:00


* * *

—Toda la noche fuera —espetó Hushidh.

Luet abrió un ojo. La luz que entraba por la ventana era muy brillante, pero el aire estaba fresco. Pleno día, y Luet acababa de despertar.

—Y ni siquiera tuviste el buen tino de entrar por la puerta principal.

—No siempre me dejo guiar por el buen tino.

—Ya me he dado cuenta —dijo Hushidh—. Debiste llevarme contigo.

—Dos personas siempre llaman más la atención que una sola.

—¡A la casa de Wetchik! ¿No pensaste que quizá yo conociera el camino?

—Ignoraba adónde iba.

—Sola de noche. Pudo haber ocurrido cualquier cosa. Y con ese tonto juramento me comprometiste a no decir nada a nadie. Tía Rasa casi me despelleja viva y me cuelga en el porche cuando comprendió que yo sabía adónde habías ido y no se lo había contado.

—No te enfades conmigo, Hushidh.

—La ciudad entera está conmocionada.

Un súbito temor la apuñaló.

—No, Hushidh… no me digas que se ha cometido el asesinato a pesar de todo.

—¿Asesinato? En absoluto. Pero Wetchik y sus hijos han huido, y Gaballufix afirma que se debe a que él descubrió el complot de Wetchik para asesinarlo a él y a Roptat en una reunión secreta que Wetchik había organizado en su cobertizo, cerca de la Puerta de la Música.

—Eso no es verdad.

—Nunca pensé que lo fuera —dijo Hushidh—. Solo te repito lo que dice la gente de Gaballufix. Sus soldados ocupan las calles.

—Estoy tan cansada, Hushidh, y no puedo hacer nada acerca de esto.

—Tía Rasa cree que puedes hacer algo. Por eso me envió a despertarte.

—¿Sí?

—Bien, ya la conoces. Me mandó dos veces «para ver si la pobre Luet aún está descansando como debe». La tercera vez comprendí que esperaba que yo te despertase pero no tenía corazón para ordenarme que lo hiciera.

—Qué considerada has sido al leer entre líneas, mi espléndida hermana mayor.

—Puedes dormir después, mi dulce hermana menor.

Luet tardó poco en lavarse y vestirse, pues como era pequeña Tía Rasa no la obligaba a arreglarse el cabello y la indumentaria para parecer grácil y esbelta antes de presentarse en público. Dada su corta edad, podía tener un aspecto desgarbado y desmañado, lo cual exigía menos esfuerzo. Cuando Luet bajó, Tía Rasa estaba en su salón con un hombre, un desconocido a quien presentó de inmediato.

—Él es Rashgallivak, querida Luet. Es fidelísimo y muy digno de confianza, o al menos eso dice mi amado compañero.

—He servido toda mi vida a la finca Wetchik —dijo Rashgallivak—, y así lo haré hasta que muera. Quizá yo no pertenezca a las grandes casas pero soy un auténtico Palwashantu.

Tía Rasa asintió. Luet se preguntó si debía escuchar a ese hombre con credulidad o ironía. Pero Rasa parecía confiar en él, así que Luet decidió imitarla.

—Entiendo que fuiste tú quien llevó la advertencia —dijo Rashgallivak.

Luet miró sorprendida a Tía Rasa.

—Él ha jurado no revelarlo a nadie más —dijo Tía Rasa—. No queremos implicarte en un intento de asesinato, querida. Pero Rash tenía que saberlo, para no creer que mi Wetchik había perdido el juicio. Wetchik le dejó órdenes detalladas para hacer algo totalmente descabellado.



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