La Luz Fantástica by Terry Pratchett

La Luz Fantástica by Terry Pratchett

autor:Terry Pratchett
La lengua: es
Format: mobi
Tags: Fantasía
ISBN: 9788497931786
editor: DeBolsillo
publicado: 2008-06-09T22:00:00+00:00


La pequeña luna del Disco se abrió camino trabajosamente por el cielo. Brillaba con luz propia, debido a los arreglos estrictos y bastante imprecisos dispuestos por el Creador, y estaba algo superpoblada de diosas, que en aquel momento concreto no prestaban demasiada atención a lo que sucedía en el Disco, sino que se disponían a presentar una demanda contra los Gigantes del Hielo.

De mirar para abajo, habrían visto a Rincewind hablando ansiosamente con un montón de rocas.

Los trolls son unos de los seres más antiguos del multiverso, datan de un primer intento de poner en marcha la vida sin todo ese protoplasma tan pringoso. Como individuos, los trolls viven mucho tiempo, hibernan durante el verano y duermen durante el día, dado que el calor los afecta y ralentiza. Tienen una geología fascinante. Se puede hablar de tribología, se pueden mencionar los efectos semiconductores de las impurezas en el silicio, se puede meditar sobre los trolls gigantes de la prehistoria que constituyen la mayor parte de las cadenas montañosas del Disco y que causarán auténticos problemas si algún día les da por despertarse, pero la verdad pura y dura es que, sin el poderoso campo mágico del Disco, tan penetrante él, los trolls habrían muerto hace mucho tiempo.

En el Disco, nadie había inventado la psiquiatría. Nadie había puesto una mancha de tinta bajo las narices de Rincewind para averiguar si éste tenía algún tornillo flojo. Así que, para él, la única manera de describir cómo las rocas se transformaron en trolls fue una vaga metáfora sobre esas nubes que de pronto parecen caras o cosas cuando las miras fijamente mucho rato.

En un momento dado había una roca completamente normal, y de pronto unas cuantas grietas que siempre habían estado allí resultaron ser sin lugar a dudas una boca, o una oreja puntiaguda. Un instante después, y sin que nada cambiara realmente, se encontró con que lo que tenía delante era un troll sentado que le sonreía con una boca llena de diamantes.

No son capaces de digerirme, se dijo. Se pondrían muy enfermos.

La idea no le consoló demasiado.

—Así que tú eres el mago Rincewind —dijo el troll más cercano. Su voz sonaba como si alguien corriera sobre gravilla—. No sé, te imaginaba más alto.

—Quizá se haya erosionado un poco —aportó otro—. La leyenda es muy antigua.

Rincewind se removió, inquieto. Estaba casi seguro de que la roca sobre la que se había sentado cambiaba de forma en aquel momento, y un diminuto troll —poco más que un guijarro— se sentaba amistosamente en su pie, mirándole con gran interés.

—¿Leyenda? —preguntó—. ¿Qué leyenda?

—Ha sido transmitida de montaña a guijarro desde el ocaso[3] de los tiempos —le explicó el primer troll. «Cuando la estrella roja brille en el cielo, Rincewind el mago vendrá a buscar cebollas. No le mordáis. Es muy importante que le ayudéis a seguir con vida.»

Hubo una pausa.

—¿Eso es todo? —dijo Rincewind.

—Sí —respondió el troll—. Siempre nos ha extrañado. La mayoría de nuestras leyendas son mucho más apasionantes. En los viejos tiempos sí que era interesante ser una roca.



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