La historia de los vertebrados by Mar García Puig

La historia de los vertebrados by Mar García Puig

autor:Mar García Puig [García Puig, Mar]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Memorias
editor: ePubLibre
publicado: 2023-03-01T00:00:00+00:00


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En la edad de oro de la locura puerperal, Isabella Shawe, la esposa del célebre autor inglés William Makepeace Thackeray, enloqueció. Tenía solo diecisiete años cuando conoció a su marido, y un año más cuando se casaron. Isabella era poco más que una colegiala, enclenque y algo enfermiza, pero en los primeros cuatro años de matrimonio ya había dado a luz a tres hijas. Según contaría el escritor, su primer parto, en 1837, se desencadenó en una atmósfera horrible, con ambas abuelas presentes y discutiendo sin tregua. Aunque finalmente Annie nació sana y todo acabó en buenas noticias, Isabella tardó mucho en recuperar las fuerzas perdidas. No conseguía dar de mamar a su bebé y se sentía extremadamente desanimada. Fueron solo unos días, una breve tormenta que amainó pronto, pero con el tiempo se convertiría en una fatídica primera señal.

Poco después, Isabella dio a luz a otra niña, Jane, esta vez en un parto mucho más plácido. El bebé, sin embargo, contrajo una infección respiratoria y murió con dieciocho meses. De ella solo quedó un retrato que le hizo el propio Thackeray, en el que sale mamando de su madre, y un malestar sombrío en Isabella que parecía no querer marchar.

Al cabo de unos meses, Isabella estaba nuevamente embarazada. Cuando se acercaba la fecha del parto, William la describió preocupada y cabizbaja, con el recuerdo de las dificultades que rodearon el nacimiento de Annie y la muerte de Jane como un martilleo; las penurias económicas que sufría la familia le pesaban, estaba abatida por el estado de abandono de la casa y había sido criticada por su suegra por su ineptitud en las tareas domésticas. El bebé, una niña llamada Harriet, nació a finales de la primavera y William se sentía exultante. Esta vez todo iba bien: como le escribiría a su madre una semana después, «las dos pequeñas pacientes se llevan muy bien».

Pero en agosto sería la propia Isabella quien advertiría a su suegra de que algo en ella no marchaba según lo esperado:

«Me siento alterada, no tengo fuerzas y mi cabeza vuela conmigo como si fuera un globo. Esto es mera debilidad y un paseo me enderezará, pero en caso de que haya incoherencia en mi carta sabrás a qué atribuirlo… creo que mis miedos son imaginarios y exagerados y que soy una cobarde por naturaleza».

Estas son las únicas palabras que conservamos de Isabella en relación con su locura, que meses después fue etiquetada como un trastorno de melancolía posparto con episodios de manía.

Con el objetivo de curar a Isabella, los Thackeray emprendieron un viaje para visitar a la madre de ella en Irlanda. Poco a poco, a lo largo del sinuoso trayecto, Isabella fue perdiendo más y más la razón, hasta arrojarse un día al mar, donde permaneció veinte minutos antes de ser descubierta: flotaba de espaldas en su vaporoso vestido blanco, mientras remaba débilmente con las manos. Para evitar que volviera a intentar acabar con su vida, William se ataba a Isabella mediante una cinta a su muñeca mientras dormían.



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