La Guerra del Anillo by J. R. R. Tolkien

La Guerra del Anillo by J. R. R. Tolkien

autor:J. R. R. Tolkien [Tolkien, J. R. R.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico, Ensayo, Crítica y teoría literaria
editor: ePubLibre
publicado: 1990-01-01T05:00:00+00:00


Gandalf no estaba en las habitaciones, y Pippin fue con Beren de la Guardia, y fue presentado al resto de la tercera compañía, que le dio la bienvenida, y se divirtió con ellos, tomando su almuerzo entre ellos en una pequeña sala cerca del muro norte, y yendo de aquí para allá con otros hasta la cena, y la hora de cerrar y de arriar los estandartes. Luego él mismo, al estilo de Gondor, se fue pronto a la cama. Gandalf no había venido ni dejado ningún mensaje. Dio vueltas en la cama y en seguida se durmió. Por la noche una luz lo despertó y vio a Gandalf en la habitación que había fuera de la alcoba. Iba de un lado a otro. «¿Cuándo regresará Faramir?» lo oyó murmurar mientras escudriñaba por la oscura ventana. Entonces Pippin volvió a quedarse dormido.

Al día siguiente aún no había llegado ninguna orden de Denethor.

—Está agobiado por preocupaciones y asuntos —dijo Gandalf—, y de momento estás fuera de su mente. ¡Pero no para siempre! Él no olvida. Disfruta de tu tiempo libre mientras puedas. Echa un vistazo por la Ciudad.[341]

Beren estaba de servicio y Pippin se quedó solo; pero había averiguado lo suficiente como para encontrar el camino hasta las puertas a media mañana. El resto del tiempo hasta el mediodía paseó por el sexto círculo, y visitó a Sombragrís, llevándole algunos bocados que le había guardado y que Sombragrís aceptó de buena gana. Por la tarde Pippin bajó por los caminos de la Ciudad hasta el círculo inferior y la gran Puerta del Este. [325]

La gente lo miraba mucho al pasar, y creía oír llamadas a su espalda, y los que estaban fuera gritaban a los que estaban dentro que salieran a ver al mediano de Mithrandir; pero delante de él la mayoría se mostraron corteses, saludándolo con gravedad al estilo de Gondor, con la mano extendida y una inclinación de cabeza. Pues quién era él y mucho de lo que le concernía ya se había propagado por Minas Tirith.

Al fin llegó por caminos ventosos y muchos callejones hermosos y arcos a los círculos más bajos, donde había bastantes casas más pequeñas. Y vio a algunos niños, y se alegró pues para sus ojos había demasiada gente vieja en Minas Tirith. Pasó por una casa más grande con un porche con columnas y escalones donde jugaban unos niños. Tan pronto como lo vio, uno de los niños bajó de un salto los escalones hasta la calle y se plantó delante de Pippin, mirándolo de arriba abajo.

—Buen encuentro —dijo el muchacho—. ¿Eres extranjero?

—Lo era —dijo Pippin—. Pero dicen que ahora soy un hombre de Gondor.

—¡Hombre! —exclamó el joven—. ¿Qué edad tienes y cómo te llamas? Yo he cumplido los diez, y pronto mediré cinco pies. Mira, soy más alto que tú. Pero mi padre es soldado, uno de los más altos.[342] Yo también seré soldado. ¿Qué hace tu padre?

—¿A qué pregunta he de responder primero? —dijo Pippin—. Mi padre es como yo, un



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