La Flecha Negra by Robert Louise Stevenson

La Flecha Negra by Robert Louise Stevenson

autor:Robert Louise Stevenson [Stevenson, Robert Louise]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Juvenil
ISBN: 9788420662213
publicado: 2010-11-14T23:00:00+00:00


4

El Buena Esperanza Una hora después había regresado Dick a La Cabra y la Gaita, desayunando allí y recibiendo las noticias de sus mensajeros y centinelas. Duckworth continuaba ausente de Shoreby, y esto ocurría con mucha frecuencia ya que representaba muchos papeles en el mundo; estaba interesado en diferentes empresas y dirigía múltiples asuntos. Había fundado aquella Sociedad de la Flecha Negra, como hombre arruinado y ansioso de venganza y dinero; sin embargo, los que más a fondo le conocían, le tenían por agente y emisario del gran hacedor de reyes de Inglaterra, Richard, conde de Warwick.

El caso es que, en su ausencia, le tocó a Richard Shelton dirigir sus negocios en Shoreby, y, al sentarse a comer, se hallaba lleno de preocupaciones que su rostro reflejaba.

Había quedado acordado con lord Foxham que aquella noche darían un golpe audaz para poner en libertad a Joanna Sedley a viva fuerza. De todos modos, los obstáculos eran muchos y a medida que iban llegando sus espías, todos traían noticias desagradables.

Sir Daniel se había alarmado por la escaramuza de la noche anterior. Había aumentado la guarnición de la casa del jardín; pero, no contento con esto, tenía estacionados hombres a caballo en todas las callejuelas vecinas, de modo que pudieran comunicarle en el acto cualquier movimiento que observaran.

Entretanto, en el patio de su mansión, tenía ensillados otros caballos, y los jinetes armados esperaban tan sólo la señal para montar.

La nocturna aventura en proyecto iba haciéndose cada vez más difícil de efectuar, hasta que, de pronto, el rostro de Dick se iluminó.

—¡Lawless! —llamó—. Tú que has sido marinero, ¿podrías robarme un barco?

—Master Dick —repuso Lawless—, si vos me guardáis las espaldas, capaz sería de robar la Abadía de York.

Poco después ambos partían con dirección al puerto. Era éste una extensa concha situada entre arenosas colinas, rodeada de pequeñas dunas, viejos árboles sin hojas y destartaladas casuchas de los barrios bajos. Numerosos navíos y barcas estaban allí anclados o habían sido varados en la playa. El prolongado mal tiempo les había llevado desde alta mar a buscar el refugio del puerto, y el tropel de negras nubes y las frías borrascas que se sucedían sin cesar, ya con una rociada de nieve, ya con una simple ventolera, anunciaban que, lejos de mejorar, el tiempo amenazaba una próxima y más, seria tormenta.

Los marineros, en vista del frío y del viento, se habían retirado, en su mayor parte, a tierra y llenaban ahora de vocerío y cantos las tabernas de la playa. Muchos de los buques estaban anclados, sin guardia alguna, y como el día avanzaba y el tiempo no llevaba trazas de mejorar, su número aumentaba continuamente.

A estos barcos abandonados y, sobre todo, a los que + se hallaban bastante alejados, dirigió Lawless su atención, mientras Dick, sentado sobre un áncora medio hundida en la arena, y prestando oídos ya a las rudas, potentes y amenazadoras voces del ventarrón, ya a los roncos cantos de la marinería en una taberna próxima, pronto se olvidó de cuanto le rodeaba y de sus preocupaciones, al pensar en la gratísima promesa de lord Foxham.



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