La espada del destino by Andrzej Sapkowski

La espada del destino by Andrzej Sapkowski

autor:Andrzej Sapkowski [Sapkowski, Andrzej]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 1993-01-01T05:00:00+00:00


II

—Es una pena —dijo Jaskier— que no pudiera ir con vosotros, pero qué se le va a hacer, en el mar me da por vomitar de tal forma que para qué decir nada. Y sabes, en la vida he hablado con una sirena. Una pena, su perra madre.

—Como te conozco —dijo Geralt mientras ataba las alforjas—, aun así escribirás un romance.

—Pues claro. Ya tengo la primera estrofa. En mi romance la sirena se sacrifica por el príncipe, cambia su cola de pez en hermosas piernas, pero a cambio pierde la voz. El príncipe la traiciona, la abandona y entonces ella muere de pena, se transforma en espuma del mar con los primeros rayos del sol…

—¿Quién puede creer tamaña tontería?

—No importa —resopló Jaskier—. Un romance no se escribe para que se crea en él. Se escribe para conmover con él. Pero para qué voy a hablar contigo, si no tienes ni idea. Mejor dime, ¿cuánto te pagó Agloval?

—No me ha pagado nada. Afirmó que no he sido capaz de realizar mi tarea. Que esperaba algo distinto, y que él paga por el resultado y no por los buenos deseos.

Jaskier meneó la cabeza, se quitó el gorrillo y miró al brujo con una mueca de tristeza en los labios.

—¿Esto quiere decir que seguimos sin dinero?

—Eso parece.

Jaskier hizo una mueca todavía más triste.

—Todo es por mi culpa —suspiró—. Todo es culpa mía. Geralt, ¿estás enfadado conmigo?

No, el brujo no estaba enfadado con Jaskier. En absoluto.

Lo que les había pasado era por culpa de Jaskier, no había duda. Nadie sino Jaskier había insistido en que se fueran a la fiesta de los Cuatro Arces. Organizar fiestas, había aclarado el poeta, satisfacía profundas y naturales necesidades de las personas. De cuando en cuando, afirmó el bardo, el ser humano ha de encontrarse con otras personas en un lugar donde se pueda reír y cantar, comer brochetas y pollos asados hasta reventar, beber cerveza, escuchar música y apretar durante el baile las sudorosas protuberancias de las mozas. Si cada persona quisiera satisfacer tales necesidades en detalle, intermitente y desorganizadamente, aclaraba el poeta, se formaría un desorden indescriptible. Por eso se habían inventado las fiestas y festines. Y dado que existían las fiestas y festines, había por tanto que acudir a ellas.

Geralt no porfió, aunque en la lista de sus propias, naturales y profundas necesidades, la participación en fiestas ocupaba un lugar muy, pero que muy bajo. Sin embargo aceptó acompañar a Jaskier, contando también que en tal multitud de gentes podría informarse sobre alguna posible tarea o trabajo: desde hacía tiempo no había trabajado para nadie y sus reservas monetarias se reducían peligrosamente.

El brujo no estaba enfadado con Jaskier por la pendencia con los Forestales. Tampoco él estaba falto de culpa: podría haber intervenido y haber sujetado al bardo. No lo hizo porque tampoco él soportaba a los famosos Guardianes de Despoblados, llamados Forestales, formación de voluntarios que se ocupaba de combatir a los inhumanos. Él también se había irritado al escuchar cómo se vanagloriaban de haber atravesado con flechas, desollado o colgado a elfos, borovikis y rariesposas.



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