La disonancia de las esferas by Sergio Mars

La disonancia de las esferas by Sergio Mars

autor:Sergio Mars [Desconocido]
La lengua: eng
Format: epub
editor: Tinturas
publicado: 2020-06-08T15:45:59+00:00


IX

—¿Os llevaron directamente ante ese...? ¿Cómo lo describiste, Jeoff? ¿Anciano?

—Sí, pero has de tener en cuenta que no se trata de una referencia literal a su edad. Es más bien un título, como...

—Como Gran Gurú, sí, te entiendo; prosigue.

—Nuestra llegada había despertado gran expectación. Nada más bajar del vehículo vimos que se habían congregado para recibirnos una veintena de nativos, todos altos, incluso las mujeres. Solo los muy jóvenes bajaban de los dos metros. Iban semidesnudos, ataviados con pieles y adornados con fragmentos de plástico o metal. Exhibían incluso circuitos integrados, que portaban como joyas.

—¿Había hostilidad en su recibimiento?

—Curiosidad sobre todo; salvo por un pequeño grupo que nos vigilaba en silencio, algo apartados. Bhumaptra nos confesó después que había creído reconocer entre ellos al tercer explorador, el que se había marchado entre gritos.

—Pero antes me dijiste que los decepcionasteis.

—Sí, esa fue mi impresión. La llegada de nuestro vehículo había causado un gran impacto. Cuando bajamos de él, creo que fue algo anticlimático. Aunque lo entenderás mejor cuando termine de contar todo lo que descubrimos.

—De acuerdo. Pasemos entonces al Anciano.

—No estaba allí. Nos aguardaba en las cámaras interiores. Lo único que sabíamos era que nos llevaban ante alguien importante. Wass, que empezaba a familiarizarse con las principales raíces semánticas del lenguaje, nos informó de que íbamos a ver al «viejo».

—¿Cómo de grande es su refugio?

—No llegamos a verlo por completo. La zona habitada no es muy extensa, pero conecta con toda una red de cavernas, algunas de ellas enormes. Tienen que serlo para sustentar la ecología subterránea que han creado.

—¿Alguien ha estimado a cuánto asciende su número?

—El profesor Bhumaptra lo ha estado calculando. Sus números arrojan entre trescientos y cuatrocientos integrantes en esa comunidad. Puede que haya hasta diez núcleos poblacionales más, y existe cierta relación entre ellos. Quizás no sean tan numerosos, así que situamos la población total de Mahakali sobre los dos mil quinientos o tres mil individuos.

—Tres mil humanos...

—No, tres mil kali putrāh. Determinar el número de humanos que habitan Mahakali es una cuestión más... compleja.

—Vale, no adelantemos acontecimientos. A ver si llegamos de una vez al Anciano.

—Nos esperaba en una especie de salón del trono. En realidad, pronto nos dimos cuenta de que, aun habiéndolo deseado, no hubiera podido salir a recibirnos, pues ya le costaba trabajo mantenerse sentado. Lo cierto es que no era muy viejo. Posiblemente no superaba los cuarenta años estándar, y su cuerpo tenía poco que envidiar al de individuos más jóvenes. Pese a su apariencia saludable, se hallaba dominado por un temblor incontrolable, que sacudía sus miembros con tal violencia que habían tenido que atarle para evitar que se fuera al suelo. Al principio creímos que sus ojos estaban cubiertos por algo así como unas cataratas oscuras, pero más adelante comprobamos que era su esclerótica la que se había vuelto marrón.

»A ambos lados, por toda la sala, había varios individuos más, de ambos sexos, que mostraban síntomas similares, aunque parecían más jóvenes. Los más cercanos se hallaban igualmente confinados a sus asientos, en la periferia había unos cuantos que se sostenían en pie a duras penas.



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