La conciencia de las palabras by Elias Canetti

La conciencia de las palabras by Elias Canetti

autor:Elias Canetti [Canetti, Elias]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Ciencias sociales
editor: ePubLibre
publicado: 1973-12-31T16:00:00+00:00


Hay que colocar a los animales pequeños a la altura de los ojos para verlos con exactitud: es como si, al levantarlos, intentáramos equipararlos a nosotros. Al inclinarnos hacia el suelo —una especie de condescendencia—, nos formamos una imagen falsa e incompleta de ellos. El gesto de levantar animalitos a la altura de los ojos recuerda también la tendencia de Kafka a agrandar a esos seres: el escarabajo en La metamorfosis, esa especie de topo en La madriguera. La metamorfosis en algo pequeño se torna más evidente, tangible y verosímil gracias a que el animal, al aumentar de tamaño, se acerca más a nosotros.

Sólo en la vida y la literatura de los chinos es posible encontrar un interés por los animales diminutos —particularmente insectos— comparable al de Kafka. Ya en épocas muy remotas, los grillos figuraban entre los animales favoritos de los chinos. En el período Sung existía la costumbre de criar grillos que luego eran adiestrados e incitados a la lucha. Los llevaban, por ejemplo, colgados al cuello en nueces previamente vaciadas y provistas de todo lo necesario para la vida del animalito. El propietario de un célebre grillo dejaba a los mosquitos chuparle sangre de sus brazos hasta que se saciaran, luego los desmenuzaba y se los ofrecía como carne picada a su grillo, para potenciar su combatividad. Mediante unos pinceles especiales lograban despertar en el insecto deseos de lucha y después, acuclillándose o echándose en el suelo boca abajo, contemplaban el combate de los grillos. Al animalito que se distinguiera por su inusual intrepidez le imponían el nombre honorífico de algún estratega de la historia china pues existía la creencia de que el alma de dicho estratega se había instalado en el cuerpo del grillo. Gracias al budismo, la creencia en la transmigración de las almas era algo muy natural para la mayoría, por lo que una convicción de este tipo no resultaba en sí descabellada. La búsqueda de grillos de pelea para la corte imperial se practicaba en todas las regiones del país, y hasta se pagaban precios muy elevados por los ejemplares prometedores. Cuentan que en la época en que el Imperio de los Sung fue invadido por los mongoles, el generalísimo de los ejércitos chinos se hallaba tendido boca abajo contemplando un combate de grillos cuando le trasmitieron la noticia del cerco de la capital por el enemigo y del inminente peligro que se cernía sobre ella. Pero el general no fue capaz de separarse de los grillos: tenía que ver primero quién vencía allí. La capital cayó y el Imperio de los Sung llegó a su fin.

Ya mucho antes, durante el período Tang, se encerraban grillos en jaulas diminutas para escuchar su canto. Ahora bien, ya fuera que los levantaran para observarlos de cerca mientras cantaban, ya los llevaran colgados al cuello por ser muy valiosos o los sacaran de sus viviendas para efectuar una limpieza a fondo de estas últimas, el hecho es que siempre los alzaban hasta la altura de los ojos, como recomendaba Kafka.



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