La casa by Michael McDowell

La casa by Michael McDowell

autor:Michael McDowell [McDowell, Michael]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 1983-03-01T00:00:00+00:00


* * *

Durante aquella época infeliz para Mary-Love y Oscar, James Caskey y Danjo Strickland se llevaban maravillosamente bien. A sus siete años, Danjo se sentía seguro en su nueva situación: su padre estaba muerto y era poco probable que fuera a reclamarlo. Su madre parecía contentarse solo con ir a visitarlo, aunque lo hacía casi a diario. Hacía poco que James había comprado un coche, y Danjo no se había visto involucrado en la transacción. Grace volvía de Vanderbilt durante los veranos y las vacaciones. Y, en dos ocasiones, James y Danjo habían ido a Nashville a visitarla.

Grace quería al niño porque sabía que le hacía bien a su padre, y lo primero que le preguntaba siempre que lo veía era:

—¿Estás cuidando de mi papá?

Danjo siempre asentía con ganas y respondía con gran orgullo:

—¡Dice que no sabría qué hacer sin mí!

—¡No creo que pudiera hacer nada de nada! —exclamaba entonces Grace, que abrazaba a su padre hasta casi dejarlo sin aliento.

Todo parecía haber salido bien. Grace se había separado de su padre, pero este no se cansaba de repetir: «Cuando Grace se marchó me sentía tan solo que fui a Ben Franklin y me compré un niño. Me costó un dólar cincuenta y nueve, pero vale cada centavo que pagué».

Grace era feliz en la universidad, James lo veía claramente cada vez que él y Danjo iban a Nashville a visitarla. Su habitación estaba repleta de los muebles que James le había comprado. Había banderolas en las paredes, unas sombrillas orientales abiertas y suspendidas del techo, con bombillas ocultas en el interior, varias capas de alfombra cubriendo el suelo, y dos palmeras y un fonógrafo en un rincón.

En cada una de esas ocasiones James constataba también lo popular que se había vuelto Grace. Cada vez que entraba en el dormitorio de su hija veía a un grupo de muchachas pasando el rato que se levantaban de un salto, le daban la mano, abrazaban a Danjo y exclamaban: «¿Qué le ha traído a Grace esta vez, señor Caskey?». Además de un fajo de billetes de cinco dólares en un sobre sin marcar, solía llevarle también un paquete enorme, envuelto con papel de estraza y atado con un cordel, que dejaba abajo, en el vestíbulo. Grace lo desenvolvía y a continuación pasaban una agradable media hora tratando de encontrar un lugar donde poner lo que su padre le hubiera regalado. Los viernes por la noche esta la sacaba invariablemente a cenar a solas, pero los sábados invitaba a casi toda la residencia a un restaurante. Nadie tenía la suerte de tener un padre más adorable que Grace Caskey; y no había una hija más amada por su padre que Grace Caskey.

—¿Has conocido ya al hombre de tus sueños? —le preguntaba James en cuanto se quedaban a solas.

—¡Uf! —resoplaba siempre Grace—. ¿Para qué iba a querer eso?

—Para poder sentar la cabeza y casarte, por ejemplo —contestaba James sin mucha convicción.

—No quiero casarme, papá. Me lo estoy pasando bien. No creo haber conocido a un solo hombre en este campus.



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