La caricia del mar by Debbie Macomber

La caricia del mar by Debbie Macomber

autor:Debbie Macomber [Macomber, Debbie]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 1991-01-01T00:00:00+00:00


* * *

Brand, de pie ante el teléfono, miró los números un largo rato. Había tomado un par de copas, y aunque tenía la mente lúcida, no estaba seguro de que llamar a Erin fuera lo más adecuado, sobre todo en ese momento.

Maldijo al mundo, porque esa mujer lo tenía hecho un lío de nudos que ni un marino sabría deshacer. Tenía que embarcar en pocos días, pero si no conseguía aclarar la situación con Erin, el asunto le pesaría como una losa durante los seis meses siguientes. No podía iniciar su misión dejando las cosas tal y como estaban entre ellos.

Lo más probable sería que ella le colgara el teléfono al oír su voz.

Pero si no llamaba, se arrepentiría mucho de no haberlo hecho. Brand había aprendido muy pronto en su vida que no se arrepentía de las cosas que había hecho, sino de las que había dejado sin hacer.

—¿Qué es lo peor que puede ocurrir? —se preguntó en voz alta.

Le divirtió comprender que Erin le había pegado su costumbre de hablar a solas.

—Puede decir que no —se contestó a sí mismo—. Pero ya te ha dicho que no antes —arguyó otra parte de sí mismo—. Deja de hablar y hazlo de una vez.

Siguiendo su propio consejo, Brand marcó los números que lo conectarían con su bella rosa irlandesa. El teléfono sonó siete veces antes de que ella contestara.

—Hola —sonaba adormilada, como si la hubiera despertado. Imaginársela de pie en la cocina, con el pelo revuelto y el cuerpo caliente de la cama, fue suficiente para provocarle una reacción física.

—¿Erin? Soy Brand.

—¿Brand? —ella alzó la voz y Brand estuvo seguro de que su tono era de felicidad. Ella lo amaba. Podía estar intentando convencerse de lo contrario, pero estaba loca por él.

—Hola, cariño.

—¿Tienes idea de la hora que es? —exigió ella.

—No. ¿Es tarde?

—Has estado bebiendo.

Eso sonó a acusación y a él no le gustó nada.

—He tomado un par de copas. Estaba de celebración.

—¿Por qué me has llamado? Suenas como si te hubieras bebido un bar entero, alférez.

Brand cerró los ojos y apoyó el hombro en la pared. Si se esforzaba mucho, tal vez podría simular que Erin estaba en la habitación con él. La necesitaba. La amaba y la quería allí, a su lado, sobre todo cuando no iba a tener oportunidad de abrazarla o besarla durante seis largos meses.

—Brand —repitió ella—. Estoy aquí de pie, descalza, tiritando. Apostaría cualquier cosa a que no has llamado para derrochar el dinero que tanto te cuesta ganar, ¿verdad?

—Te quiero, cariño.

Sus palabras encontraron el silencio como respuesta.

—Venga, Erin, no seas tan cruel. Dime lo que sientes. Necesito oírlo.

—Creo que los dos deberíamos irnos a la cama y olvidar que esta conversación ha tenido lugar.

Brand soltó un gruñido.

—Vamos, cariño. No tenía ni idea de lo tacaña que eras con tu afecto.

—Brand…

—De acuerdo, de acuerdo, si insistes, te diré por qué he llamado. Solo que… Espera un minuto, ¿quieres? —dejó el teléfono en la mesa y después puso una rodilla en el suelo. No resultó fácil, porque el suelo parecía empeñado en moverse bajo sus pies.



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