La adivina de Roma by Steven Saylor

La adivina de Roma by Steven Saylor

autor:Steven Saylor [Saylor, Steven]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2002-01-01T00:00:00+00:00


XI

La quinta vez que vi a Casandra fue a finales del mes de maius. Había transcurrido casi un mes desde el intento de arresto de Marco Celio y su huida por los pelos, pero toda Roma se encontraba todavía alborotada.

Los rumores proliferaban. Algunos decían que Celio había corrido a reunirse con César, si bien era difícil imaginar cómo podía haberlo hecho después de las insinuaciones más o menos directas que había formulado contra él en sus improvisados discursos. ¿Acaso era tan ingenuo como para pensar que podría ganarse el perdón de César sólo mediante su encanto personal? Otros aseguraban que Celio no había escapado, que finalmente había sido arrestado, y que ahora estaba retenido en un lugar secreto a la espera de que Isáurico decidiera qué hacer con él. Los había también que creían que Celio había conseguido escapar pero que había permanecido en la ciudad, escondido en un lugar seguro con la inestimable ayuda de una banda de conspiradores que planeaba asesinar a todos los magistrados y buena parte de la cúpula senatorial.

Otros comentaban que Celio se había dirigido hacia el sur para liberar una escuela de gladiadores situada en las inmediaciones del monte Vesubio, con la intención de regresar a Roma para perpetrar una masacre. Algunos otros declaraban que había partido en dirección al norte para ganarse el apoyo de varias ciudades, con la esperanza de sumarlas a su causa, una por una, hasta que se sintiera lo suficientemente fuerte como para marchar sobre Roma secundado por un ejército de voluntarios. A su regreso del Foro, Jerónimo nos informó de una afirmación atribuida a Volcatio, el líder de los charlatanes que apoyaban a Pompeyo: «Si Celio encuentra la manera, ¡muy pronto el populacho romano linchará a propietarios, acreedores y prestamistas en plena calle!».

Otro rumor muy extendido decía que Celio estaba planeando un reencuentro con su viejo amigo Milón, y que iban a arrasar toda Italia juntos. En mi opinión, ésta última era la especulación más descabellada de cuantas había oído hasta la fecha. En la época en que era el protegido de Cicerón, es cierto que Celio y Milón entablaron amistad, pero en los años recientes sus diferencias políticas habían sido públicas y notorias; tanto así que parecía harto imposible que ambos pudieran adherirse a una causa común.

Antes de su salida forzada de Roma, Tito Anio Milón había sido el hombre a quien la clase patricia confiaba la ejecución de sus negocios sucios. Del mismo modo como Clodio había dirigido las bandas callejeras de tendencia más populista, Milón había controlado las bandas callejeras reaccionarias. Cuando un magistrado conservador quería disolver una manifestación alentada por la oposición, o necesitaba manifestantes para extender la agitación por el Foro, recurría sin dudarlo a los servicios de Milón, el único hombre capaz de generar multitudes iracundas, producir baños de sangre y cercenar unas cuantas cabezas por razones políticas.

Pompeyo, que prefería mantenerse alejado de la sucia realidad política de los altercados callejeros, había designado a Milón como su brazo ejecutor. Cicerón sentía verdadera devoción por Milón, pues lo consideraba su álter ego más brutal.



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