Kimberley, ciudad diamante by Carolina P. Alcaide

Kimberley, ciudad diamante by Carolina P. Alcaide

autor:Carolina P. Alcaide
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romántico, Novela
publicado: 2017-11-22T23:00:00+00:00


XX

No eran celos. Era odio.

Charlotte odiaba a Claudia, le deseaba todos los tormentos de la tierra y no hubiera quedado satisfecha después de ver cómo los sufría uno tras otro. Era bóer igual que sus enemigos, los que martirizaron a su ciudad durante meses y la condenaron a esconderse en una madriguera apestosa como si fuera una rata; era salvaje, lo demostró en el Modder disparando al cocodrilo como un zulú criado en la selva; era hipócrita, con su fingida piedad hacia los enfermos del hospital sin otra intención que dejarla a ella en evidencia ante su padre y sobre todo era taimada y astuta igual que una serpiente ¿cómo si no habría podido llegar al corazón puro de Xander? Con engaño, solo con engaño. ¿Qué malas artes habría empleado? Los boers se limitaron a cercar y destruir la ciudad pero no llegaron nunca a dar la cara. Así era Claudia, una más de aquella raza maldita de pelo rojo, como Caín y Judas.

Xander había salvado la vida en las trincheras, había socorrido al tren blindado, era un héroe pero al mismo tiempo también era un chiquillo inocente, sin malicia. Seguramente Claudia se habría entregado a él como una ramera ¿qué otro encanto podía haberle ofrecido aparte de lo más primario? Sí, Xander se había dejado seducir. Pobre ingenuo. ¿Cómo había estado ella tan ciega? ¿Cómo no supo protegerlo de aquella amenaza? Pero aún había tiempo para enmendarlo. Debía arrancar de cuajo aquella planta maldita que amenazaba con enredarse y ahogar la felicidad de su hermano, la suya y la de todos los habitantes de aquella casa. Sí, esa tarea correspondía a Charlotte. Salvaría a Xander y él, cuando pudiera ver la realidad, tendría una deuda eterna de gratitud que ella sabría perdonarle a cambio de una sola de sus sonrisas.

Pasó horas recordando supuestos agravios, retorciendo sus frases hasta encontrarles mil significados con los que reafirmar sus sospechas hasta convertirlas en certidumbres. En el fondo llegó a gozar de aquel odio como el alcohólico que disfruta de su propia destrucción. Construyó un castillo de naipes a base de suposiciones y halló en él una felicidad enfermiza condenada a volverse en su contra, pero al fin, un sentimiento capaz de llenar un espíritu vulgar y una vida vacía.

Todas sus potencias se concentraron en un único objetivo: destruir a Claudia.

Se sintió poseída de una extraña energía, un fuego que terminaría consumiéndola pero que entonces proporcionaba una confortable calidez a su corazón.

Saludó a Claudia con falso desinterés cuando se cruzó con ella por el corredor, temiendo que algo en su mirada la delatase, que la maldita bóer pudiera leer en su pensamiento: «he descubierto tu secreto y no voy a detenerme hasta verte arder en el infierno», pero la niñera respondió a su saludo con una sonrisa y siguió en busca de su hermana. Qué desvergüenza.

La mente de Charlotte se puso en marcha. Su deseo de hacer el mal acampó en su ánimo y las ideas brotaban en ella con naturalidad, como si se tratase de un talento hasta entonces oculto.



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