Joyride by Jack Ketchum

Joyride by Jack Ketchum

autor:Jack Ketchum [Ketchum, Jack]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Terror
editor: ePubLibre
publicado: 1995-01-31T16:00:00+00:00


CAPÍTULO DIECISIETE

Rule pensaba a veces que su vida se había reducido al trabajo, la cerveza y el televisor, y que las únicas variaciones en esa rutina eran su visita semanal a Marty y la ocasional pausa para comer. De vez en cuando se animaba a visitar la casa de muñecas en el garaje, pero parecía que trabajar en ella había perdido parte de su encanto desde que se había quedado solo. O, quizá, él era reticente a verla acabada. Por una razón u otra, la casa de muñecas languidecía.

Esa noche estaba sentado con su segunda Amstel Lite viendo el canal de cine. La película era Furia ciega con Rutger Hauer.

Hauer era ciego, pero estaba en perfecta sincronía con la Fuerza, o lo que fuese que era aquello, y se movía a través de un campo de maíz. Acababa de despachar a uno de los malos —quien había estado persiguiendo al crío de su amigo— con una única estocada de la espada que escondía en su bastón. Ahora estaba jugando al gato y al ratón con el otro.

Ya había visto la película dos veces, pero este era un auténtico pendenciero, así que se acomodó en el sofá, abrió otra lata de cerveza y vio cómo Hauer, protector de los inocentes, emergía de entre el alto y ondulante maíz. Estaba ciego, pero podía verlo todo.

Sonó el teléfono.

—Covitski, estás fuera de servicio, igual que yo. ¿Qué pasa? ¿Estamos empezando a ir en serio o algo, con tanta llamada?

—Eres una persona irascible, Rule. ¿Y sabes por qué es eso? Demasiada testosterona, te hace agresivo. Te estás volviendo agresivo con la edad. Te están saliendo pelitos blancos de las orejas, lo que necesitas hacer ahora es agenciarte un par de pinzas para librarte de esos pelitos porque vas a querer oír esto.

—¿Estás seguro de eso?

—Han llamado de la oficina del forense.

—Imposible. ¿Ya han terminado?

—No, no hasta mañana. La cuestión es que tienen algo y querían decírnoslo lo antes posible, puede que para que le demos unas cuantas vueltas.

—¿Qué es lo que tienen?

—Marcas de dientes.

—¿Marcas de dientes?

—Eso es. Adivina dónde.

—Joder, Covitski. En el culo, en la yugular, en el lóbulo de la oreja. ¿Cómo demonios voy a saberlo?

—En los nudillos.

Rule dejó que aquello calara.

—¿Frescas?

—Ajá. Marcas de dos paletas frontales y un incisivo a lo largo del índice y del dedo medio de la mano derecha. Nuestro chico, Howard, le dio a alguien un bocadillo de puño justo antes de irse a criar malvas. Ahora, lo único que tenemos que hacer es encontrar unos cuantos dientes.

—¿Alguna llamada de la mujer?

—No, que yo sepa. Crees que a quien buscamos es al novio, Edwards. También lo he pensado.

—Necesitamos saber si alguien ha sabido algo de ella.

—Llamaré a la comisaría y te llamo de vuelta.

—Date prisa. Si no ha llamado me gustaría salir ahí fuera otra vez.

—¿Te apetece compañía?

—Claro.

Esto lo sorprendió un poco. Covitski tenía mujer y un hijo. Pero ¿quién sabía? Quizá él también se sentía solo.

—Cinco minutos —contestó Covitski.

Rule decidió no acabarse la segunda cerveza. Buscó en su agenda telefónica el número de Carole Gardner.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.