Inversiones by Iain M. Banks

Inversiones by Iain M. Banks

autor:Iain M. Banks [Banks, Iain M.]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Ciencia Ficción
ISBN: 978-84-9800-272-0
editor: La Factoría de Ideas


12

El guardaespaldas

El parque real de las colinas de Croughen llevaba varios siglos siendo un coto de caza de la casa real de Tassasen. UrLeyn le había entregado grandes porciones a diversos nobles que habían apoyado su causa durante la guerra de sucesión, pero se había reservado el derecho de utilizar los bosques para ir de caza con su corte.

Las cuatro monturas y sus jinetes rodearon los matorrales en los que creían que su presa se había ocultado.

RuLeuin sacó la espada, se inclinó sobre la silla y pinchó la masa de maleza.

–¿Seguro que se he metido aquí, hermano?

–Casi seguro –dijo UrLeyn mientras pegaba la cara al cuello de su cabalgadura y la dirigía hacia una abertura en los arbustos. Se inclinó un poco más, soltó las riendas con una mano y escudriñó la maleza. DeWar, que cabalgaba al otro lado, alargó la mano y sujetó las riendas de su montura. RuLeuin, más allá de los arbustos, pegó también el cuerpo al cuello de su montura.

–¿Cómo está el niño hoy, UrLeyn? –preguntó YetAmidous con voz tonante. Tenía el rostro colorado y empapado de sudor.

–Oh, se encuentra bien –dijo UrLeyn al tiempo que volvía a incorporarse sobre la silla–. Mejor a cada día que pasa. Pero sigue sin recuperarse del todo. –Miró a su alrededor y luego dirigió la vista hacia la ladera, cubierta de árboles–. Necesitamos batidores...

–Que se encargue el hombre de negro –dijo YetAmidous refiriéndose a DeWar–. Desmonta y bate para nosotros, ¿quieres, DeWar?

DeWar esbozó una pequeña sonrisa.

–Yo solo persigo presas humanas, general YetAmidous.

–Presas humanas, ¿eh? –dijo YetAmidous con una sonora carcajada–. Qué tiempos, ¿verdad? –Dio una palmada en la silla. La sonrisilla de DeWar se prolongó unos segundos más.

En los últimos años del antiguo reino, cuando la crueldad y el descuido del rey Beddun habían alcanzado su cénit, los prisioneros –o cualquier furtivo lo bastante desgraciado como para ser capturado en los bosques ejerciendo su oficio– habían sido la presa de la mayor parte de las cacerías. Esta bárbara tradición se había desterrado, pero tenía su correlato en el presente, pensaba DeWar, en la forma de la antigua ballesta de caza del rey Beddun, que UrLeyn llevaba colgada de la espalda.

UrLeyn, DeWar, YetAmidous y RuLeuin se habían separado del grupo principal de la cacería, al que se oía al otro lado de la colina.

–Sopla el cuerno, ¿quieres, Yet? –dijo UrLeyn–. Vamos a llamar a los demás.

–Como queráis. –YetAmidous se llevó el cuerno a los labios y dejó escapar una nota de gran potencia. Casi coincidió, advirtió DeWar, con el sonido de otros cuernos que llegaban desde el otro lado de la colina, así que lo más probable es que los demás no lo oyeran. Decidió no decir nada. Sin embargo, YetAmidous escupió un poco de saliva de la boquilla y puso cara de estar muy satisfecho consigo mismo.

–¿Ralboute se unirá a nosotros, Protector? –preguntó–. Pensaba que iba a hacerlo.

–Ha llegado un mensaje esta mañana –dijo UrLeyn mirando los matorrales desde la silla. Se protegió los ojos de un rayo de sol que le cayó en aquel momento sobre el rostro–.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.