Imajica: La Reconciliación by Clive Barker

Imajica: La Reconciliación by Clive Barker

autor:Clive Barker [Barker, Clive]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Terror, Fantástico
publicado: 1990-12-31T23:00:00+00:00


2

Después de sólo unos días en esta ciudad ese enemigo, el antiguo autarca Sartori, había empezado a anhelar los lánguidos amaneceres y los elegiacos atardeceres del Dominio que había abandonado. El día llegaba demasiado deprisa en general y se apagaba con la misma presteza. Eso tendría que cambiar. Entre sus planes para la Nueva Yzordderrex habría un palacio hecho de espejos y de cristal convertido en posesivo por los lances, un palacio que conservase la gloria de estos vagos amaneceres y la prolongase de tal forma que se encontraran con el fulgor del atardecer que se acercaba desde la dirección contraria. Entonces quizá fuera feliz aquí.

Sabía que la resistencia no sería mucha cuando comenzase a tomar el Quinto, a juzgar por la facilidad con la que los miembros de la Tabula Rasa habían sucumbido ante él. Todos salvo uno estaban muertos a estas horas, arrinconados en sus madrigueras como alimañas rabiosas. Ni uno sólo lo había detenido más allá de unos minutos; habían entregado sus vidas con rapidez, con pocos sollozos y aún menos plegarias. No le sorprendía. Sus ancestros habían sido hombres resueltos pero hasta la sangre más mordaz se licuaba a lo largo de las generaciones y los hijos de sus hijos de sus hijos (y así sucesivamente) eran cobardes sin fe.

La única sorpresa que le había deparado este Dominio, y fue una dulce sorpresa, había sido la mujer a cuya cama volvía: la incomparable y eterna Judith. La primera vez que la había saboreado había sido en los aposentos de Quaisoir cuando, al confundirla con la mujer con la que se había casado, le había hecho el amor en la cama de los velos. Sólo más tarde, mientras se preparaba para abandonar Yzordderrex, le había informado Rosengarten de la mutilación de Quaisoir para luego continuar dándole noticia de la presencia de una doppelgánger en los pasillos del palacio. Ese informe había sido el último de Rosengarten en su calidad de leal comandante. Cuando, unos minutos después, se le había ordenado unirse a su Autarca en el viaje al Quinto, se había negado de forma incondicional. El Segundo era su hogar, dijo e Yzordderrex su orgullo, y si iba a morir, entonces quería que fuera bajo los ojos del cometa. Por muy tentado que se sintiera de castigar al hombre por abandono de sus responsabilidades, Sartori no sentía ningún deseo de entrar en su nuevo mundo con sangre en las manos. Había dejado irse a aquel hombre y había partido rumbo al Quinto creyendo que la mujer a la que había hecho el amor en el lecho de Quaisoir quedaba en algún lugar de la ciudad que dejaba n sus espaldas. Pero no bien había adoptado la máscara de la vida de su hermano cuando la volvió a encontrar en el jardín de flores sin aroma de Klein.

Jamás había hecho caso omiso de los augurios, fueran buenos o malos. Y la reaparición de Judith en su vida era una señal de que debían estar juntos y parecía que ella, aun de forma inconsciente, sentía lo mismo.



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